Opinión | EL TRIÁNGULO

Votar por intuición

El domingo es el último de los días en la elección de los 720 diputados de la Cámara europea, ayer fue el turno de Estonia y mañana el de Eslovaquia

El desconocimiento es uno de los principales argumentos que explica la histórica abstención en estas elecciones a no ser que coincidan con otros comicios, ni siquiera la mitad de la población española vota. Si a esto se le suma la percepción del proceso como elecciones de segundo orden, ya que con ellas no se elige gobierno su valor electoral se altera, se convierte en una oportunidad para castigar a los gobiernos por razones internas.

No solo sirven como voto de castigo que no nos atreveríamos a ejecutar en unas legislativas nacionales, sino que alternativamente, muchos acudirán a votar para apoyar a sus Gobiernos frente a un previsible asalto electoral de las oposiciones nacionales, en las que la ultraderecha está envuelta en muchos países, más que para defender sus intereses como europeos.

Votamos en clave nacional y por eso los partidos políticos se afanan en trillar de nuevo en ese terreno. Pero, aun así, las opciones nacionales no son tan diferentes de la suma de las representadas en el Parlamento europeo, el voto suele estar muy alineado en ambas. Para ejercer nuestro derecho no es necesario un conocimiento exhaustivo del funcionamiento de la Unión Europea, cosa que pocos dominan en detalle. Una visión general de las grandes opciones y de los intereses en juego, que nos repiten de manera persistente junto con nuestra intuición nos acompañan a la urna. En cualquier elección, los votantes atienden a la información mínima necesaria para saber quién coincide más con sus intereses y quiénes creen que los van a defender mejor. Entre las posibles opciones está la de no sentirse concernido por una elección que cree no le va a modificar la vida, y si esta es la posición mayoritaria nos encontramos con un fracaso del proceso democrático.

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