A pesar de que desde su desembarco en el Real Zaragoza ha tenido que convivir con una incómoda sombra de sospecha sobre su figura, a pesar de que ahora ha vuelto a firmar un contrato por solo una temporada con la carga de interinidad que ello conlleva, a pesar de que no va a poder construir el modelo de equipo en el que cree sino el que buenamente pueda en función de los futbolistas que le pongan a su disposición (porque tampoco los va a decidir), a pesar de los pesares, Gay volvió a dar ejemplo ayer: sensato y razonable como siempre, feliz porque ha recibido el premio a un gran trabajo y porque quiere al Real Zaragoza como lo quiere cualquier zaragocista, con el corazón, ilusionado y hasta soñador. El y Nayim son dos buenos botes salvavidas a los que subirse en medio de esta tormenta perfecta por la que atraviesa el club.