Poco a poco, entre dificultades extremas, problemas desconocidos y de primer orden, una situación mundial inaudita, errores históricos, disputas frentistas en medio de una emergencia sanitaria, tan españolas ellas en cualquier circunstancia. Poco a poco, entre el digo y me desdigo, incoherencias e incomprensibles contradicciones, España camina lentamente hacia el mundo postpandemia, hacia esa soñada normalidad extraviada hace casi quince meses que, vaya usted a saber, en qué se parecerá a la anterior. Poco a poco, al ritmo que la evolución de la situación epidemiológica del país y la presión económica lo han permitido, la sociedad ha ido ganando terrenos perdidos.

Uno de los últimos sectores a los que las restricciones continuaban afectando de manera directa eran el fútbol profesional, la Primera y la Segunda División, y la ACB de baloncesto. Había público desde algunos meses en campos de Segunda B, Tercera o categorías autonómicas, en conciertos, teatros o cines. Ha habido espectadores en un partido del Deportivo Aragón en La Romareda. Había público en pabellones en encuentros de la Liga Femenina y estaba prohibido que los hubiera en el mismo escenario y en la misma cantidad en partidos profesionales masculinos. Sea como fuere, que la coyuntura tenía algo de entendible desde el punto de vista del control y la distinta magnitud de las pasiones y mucho de ininteligible, desde este fin de semana en Primera y en Segunda habrá público, eso sí solo en los campos que pertenezcan a las comunidades con mejores datos sanitarios.

Aragón, que no está entre ellas, ha quedado excluida y, por lo tanto, el Real Zaragoza jugará sin aficionados, en principio, contra el Castellón y el Leganés salvo que los datos mejoren de manera sustancial o el Consejo Superior de Deporte diga digo donde ha dicho Diego. Otros rivales directos del equipo de Juan Ignacio Martínez sí tendrán el aliento de un máximo de 5.000 espectadores en función del aforo de sus estadios. El Castellón o el Lugo, por ejemplo.

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Estamos ante una situación manifiestamente discriminatoria pero a la que previamente la Comisión Delegada de LaLiga había dado el visto bueno, incluso asumiendo la posibilidad de que hubiera clubs que se quedaran sin público por el contexto sanitario de sus comunidades, como finalmente ha sucedido. Para la patronal del fútbol era más importante que los estadios se volvieran a abrir en el número que fuera y con vistas a la próxima temporada, dar ese pequeño pero gigante paso al frente, que cualquier otra circunstancia, como las segregaciones que se van a producir y la falta de respeto por la integridad de la competición.

Antes de que el Gobierno se pronunciase, el Real Zaragoza había solicitado por escrito a la DGA y al CSD la entrada de seguidores en su estadio. De momento, esos deseos no se verán cumplidos. Debería ser todos o ninguno. Al equipo, sin embargo, le lleva yendo muy bien en casa incluso sin su gran activo arropándole: seis victorias, tres empates y una derrota desde que llegó JIM. Aquí ha sustentado su resurrección. El entrenador y los jugadores deberían gastar poca energía en estas refriegas y seguir poniéndola toda donde hasta ahora la han tenido: en el césped de La Romareda. Lo de las gradas ya llegará.