Hace más de una década, cuando era una figura preeminente a nivel empresarial y económico tanto en la esfera nacional como en la internacional, entonces presidente de Telefónica, César Alierta recibió una petición. Una televisión alemana le propuso preparar un extenso reportaje sobre su vida con imágenes de fondo en la ciudad en la que nació, elaborando un retrato de su trayectoria personal y profesional a través de los lugares más emblemáticos de su infancia, en su casa, en el colegio en el que estudió, en sus rincones más queridos. Uno de esos sitios que Alierta exigió visitar fue La Romareda. El día de la grabación, una vez allí, mientras pisaba el césped del estadio, el ahora máximo accionista del conjunto aragonés mostró a los presentes un teléfono móvil de última generación, completamente inhabitual en aquel momento. El aparato estaba tuneado con un escudo del Real Zaragoza, hecho ex profeso en origen por la marca para él.

Muchos años después, la familia Alierta suma más del 50% del accionariado del club de sus amores, antes un espacio en el que los presidentes se elegían en votación, ahora una Sociedad Anónima Deportiva en la que las decisiones se toman de la manera que corresponde a este rango jurídico. Estos días negocian el traspaso de poderes a dos ofertas principales, una capitaneada por los hermanos Álvarez del Campo y el abogado Kiko Domínguez con fondos latinoamericanos detrás y otra, que llegó esta semana a la entidad a través de LaLiga, y en la que figura un zaragocista muy querido como mascarón de proa.

El espíritu con el que nació la Fundación 2032, el ente en torno al cual se aglutinó el accionariado principal del Real Zaragoza desde el verano de 2014, siempre fue coral. Con el paso del tiempo esa idea colectiva empezó a resquebrajarse y ahora está seriamente dañada. Nada es como fue.

Los propietarios se enfrentan estos días a un momento trascendental: vender la SAD. Estamos fundamentalmente ante una decisión de carácter económico por la importancia que el dinero tiene en la operación y para el futuro. Es, sobre todo, cuánto. Pero también a quién, cómo y dónde dejar el Real Zaragoza, que no solo es una Sociedad Anónima, que no es solo un equipo de fútbol sino también un profundo sentimiento que emana justamente desde ese escudo, como bien sabe César Alierta.