En una de aquellas espléndidas y recordadas Entrevistas de la Semana de este diario, por las que durante más de ocho años, lunes a lunes, expresidentes, exentrenadores y exjugadores de toda la historia del Real Zaragoza dejaron un valiosísimo testimonio de la manera en la que habían vivido su paso por el equipo, hilando un precioso traje de la larga y exitosa biografía del club, bordado con numerosas evocaciones de gran profundidad emocional pero también con divertidas anécdotas, José Ángel Zalba, máximo dirigente en dos etapas distintas, desvelaba a qué le tenía más miedo antes de empezar un partido: “A los gafes”.

La situación que vive el Real Zaragoza en la temporada 2021-2022 da para pensar en lo que uno quiera. En supersticiones, en maleficios, en infortunios, en meigas, en cualquier razón de carácter irracional. En todos los partidos menos en Lugo, el equipo ha producido ocasiones en mayor número que sus rivales, pero al cabo de nueve jornadas solo ha hecho cinco goles, el que menos de Segunda. Posición deshonrosa a la que ha llegado después de ser el que más disparos necesita para marcar en la categoría, 20 por encuentro, una auténtica barbaridad y un dato que debería corregirse de manera natural, algo, bastante o mucho, con el paso de las semanas.

La sequía goleadora de la temporada en curso todavía tiene un mayor impacto sumada a la de la pasada campaña y al terrible recuerdo del papel del Toro Fernández, Vuckic y Alegría. Por el momento, los nuevos fichajes tampoco se han estrenado, a pesar de que, por ejemplo, Álvaro Giménez jugó una estupenda segunda parte contra el Huesca, en la que se ganó la titularidad en Málaga con buenos movimientos, fútbol de área y referencial, colocación, peligro y constante producción. Luego falló en lo más importante, la definición, y las sombras ocultaron las numerosas luces.

Si se quiere se puede pensar en gafes. Pero no es cuestión de eso. Hay que buscar explicaciones racionales y con argumentos a lo que sucedió hace un año y a lo que continúa ocurriendo en este. En muchos casos hubo malas elecciones y por tanto malos fichajes, también apuestas por perfiles ofensivos pero no por goleadores puros, por algunos delanteros en un momento valle o bajo de sus carreras profesionales y, sobre todas las cosas, hay que poner el foco en un factor determinante: el desacierto en los remates, la mala puntería y los problemas técnicos en el área para solventar con arte la suerte más compleja del fútbol: hacer gol.