La opinión de Sergio Pérez

¿Es tan mala la plantilla de Juan Carlos Cordero?

La respuesta a la pregunta que encabeza este artículo es no: la plantilla del Real Zaragoza que ha construido Juan Carlos Cordero no es tan mala como parece. Tenía defectos, algunos importantes y otros inesperados, que han ido manifestándose a lo largo de la Liga, pero su potencial da para más que para estar en el decimotercer puesto.

Juan Carlos Cordero, en una rueda de prensa en La Romareda.

Juan Carlos Cordero, en una rueda de prensa en La Romareda. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Con el equipo en el puesto decimotercero en la jornada 28, después de haber sumado un punto de los últimos nueve, la afición en el momento de mayor irritación de la temporada, el playoff a seis de distancia con 14 partidos por jugar (en realidad habría que decir sólo a seis tras semejante racha) y con el cuarto límite salarial de Segunda con 10,7 millones de euros, lo fácil sería decir que sí. Pero la respuesta a la pregunta que encabeza este artículo es no: la plantilla del Real Zaragoza que ha construido Juan Carlos Cordero no es tan mala como parece.

Seguramente estamos ante una plantilla sin argumentos suficientes para aspirar a una de las dos primeras plazas, pero con armas para ser uno de los contendientes por alguno de los puestos bajos de la promoción de ascenso. Ahora mismo, tiene a dos porteros que podrían ser titulares en cualquier equipo de la categoría y solo juega uno. Hasta llegar a este punto de seguridad con los guardametas, el Real Zaragoza pagó caro uno de los errores del director deportivo el pasado verano: dejar un agujero negro detrás de Cristian Álvarez. Ese fallo fue serio y ha costado puntos, pero está corregido.

Colectivamente, el Zaragoza es un equipo bien organizado desde el punto de vista defensivo y de la solidaridad. Las cifras no mienten: 25 goles recibidos en 28 jornadas. Eso se sujeta en una buena estructura y en buenos defensas para la categoría, con Francés sobresaliendo entre todos ellos de manera constante. Los problemas han surgido precisamente a partir de este punto.

A priori, el equipo mejoró su nivel en el centro del campo con fichajes con buen pie. Sin embargo, ninguno de los nuevos, por mirarlos a ellos, ha llegado a sus máximos, ni Marc Aguado ni Toni Moya. Los dos lo saben. A la plantilla siempre le faltó físico en esa zona. Fuerza, verticalidad y, también, más creatividad y capacidad para asumir riesgos y romper líneas. El fichaje de Guti en el mercado invernal estaba pensado para mitigar una parte de ese déficit: esa escasez de piernas, músculo y kilómetros yendo y viniendo. El infortunio se cruzó en su camino y en el del club.

La revolución de Cordero en el ataque fue absoluta y la decepción con esa línea está siendo tremenda. Ni Bakis ni Enrich ni Vallejo ni Azón han aportado nada. Desde el verano, a esta plantilla le falta desborde, regate, velocidad e imaginación en algún costado para acompañar a Valera, pero lo que nadie podía esperar es que esos delanteros sumaran cuatro tantos después de más de seis meses de competición. Cordero no fichó puntas que hubieran hecho goles hacía unos cuantos años, firmó delanteros que venían de rendir y marcar la campaña previa.

Sobre el papel, todos fueron contrataciones bien pensadas. Luego, el fiasco ha sido total. Entre Maikel Mesa, un centrocampista llegador, y Mollejo han ido salvando la papeleta: suman doce goles. De inicio, a los delanteros les perjudicó el modelo, que los hacía vivir aislados del juego y sin apenas ocasiones para rematar. Ninguno de los dos entrenadores los ha sabido integrar en el equipo ni ellos han sabido hacer más por integrarse mejor.

La consecuencia ha sido la creación de un terrible círculo vicioso en el que los cuatro, Bakis, Enrich, Vallejo y Azón, andan metidos producto de su bajísimo rendimiento individual y de una pesadísima carga de desconfianza en sus propias capacidades. Casi todos parecen futbolistas decadentes, algunos acabados, aunque hace unos meses sumaron 26 goles. Meses, no años. El resultado de todas estas circunstancias sobrevenidas de medio del campo en adelante es lo que se ve. Al Zaragoza le cuesta un mundo producir fútbol de ataque limpio y hacer goles.

La plantilla de Cordero no era una de las siete maravillas de la Tierra como se pensó en verano y se jaleó con algarabía, algo natural por la capacidad innata del fútbol para reilusionar de manera periódica y su gen eminentemente festivo. Tenía defectos que se han ido manifestando a lo largo de la Liga, algunos importantes de base y otros realmente inesperados. Pero también posee virtudes, algunas bien explotadas, y otras que no han sabido exprimirse mejor por razones técnicas, tácticas y emocionales. Sigue teniendo potencial para estar más arriba de la decimotercera posición. La realidad es que no lo está. Será por lo que sea. O porque como decía César Láinez esta pasada semana en este diario, cuando puede pasar de todo, al Real Zaragoza le pasa lo malo.