Real Zaragoza

Velázquez, de brocha gorda

El técnico del Real Zaragoza no ha logrado mejorar a ningún futbolista y en el banal proceso su equipo ha perdido alma y se ha vuelto chapucero 

Todo es confuso, desde el estilo hasta el discurso  

Velázquez da instrucciones durante el encuentro ante el Amorebieta.

Velázquez da instrucciones durante el encuentro ante el Amorebieta. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Jorge Oto

Jorge Oto

«Lo que quiero sí o sí es que el equipo sea reconocible, tenga identidad y sea proactivo. Y que en consecuencia nuestros aficionados se sientan orgullosos de los que somos». La declaración de intenciones de Julio Velázquez, cuando fue presentado en la sala de prensa de La Romareda casi a finales de noviembre, suena ahora a intento fallido. Porque, más de tres meses después, el Real Zaragoza, lejos de evolucionar, va a peor. La caída se acentúa al mismo ritmo que menguan las aspiraciones de un equipo aragonés que parece abocado, una vez más, a luchar por la supervivencia. «Yo nunca he hablado de playoff», vino a decir el técnico tras perder ante el colista. «Vamos a hacer las cosas con sentido común y coherencia y eso nos llevará a conseguir objetivos», dijo en su primer día.

EL DIBUJO

Tres centrales incluso en casa ante el colista

El efecto que habitualmente provoca en los futbolistas un cambio de entrenador se dejó notar. También la aplicación de un sistema que tenía tanto sentido al principio como poco ahora. Los tres centrales han sido, casi siempre, la apuesta personal de Velázquez, cuyo sello llegó, incluso, a condicionar la gestión del mercado invernal. El dibujo funcionó, sobre todo, ante rivales de cierta enjundia que invitaban a la presión alta, el robo arriba y la transición rápida, pero carece de lógica cuando el adversario, consciente de las limitaciones del Zaragoza en el ataque en estático, entrega el balón. El Amorebieta, que formó con cuatro atrás la primera parte, fue un claro ejemplo del caos que envuelve desde hace tiempo a un equipo capaz de jugar ante el colista con tres centrales, sin delantero centro y, lo más importante, ninguna propuesta. Porque a estas alturas nadie sabe a qué juega el Zaragoza, pero todo el mundo tiene claro a qué no puede jugar. O casi todos. 

LOS FUTBOLISTAS

Ningún jugador ha mejorado con él

El análisis de la aguda crisis que se ha apoderado del Zaragoza alcanza de lleno a unos jugadores cuyo nivel está muy lejos del mínimo exigible en la mayoría de casos. Y, en ese sentido, Velázquez acarrea parte de responsabilidad. Porque desde que el técnico pucelano se hizo cargo del equipo, ni uno solo de los componentes de la primera plantilla ha mejorado. De hecho, los que estaban bien ya no lo están tanto y los que estaban mal ahora están peor. Semejante retroceso es pecado mortal para cualquier entrenador, ya que entre sus obligaciones figura extraer lo mejor de cada uno de ellos o, al menos, de la mayoría,

Velázquez, eso sí, lo ha intentado aunque sea a base de mover piezas de un lado a otro. Ha ubicado a Francho de lateral zurdo (donde ha situado a Francés también en varias ocasiones), a Mollejo en todos los sitios y a titulares como Gámez o Jair en el banquillo. Pero las cosas han ido de mal en peor.

LOS RESULTADOS

Sin victorias fuera y cada vez peor en casa

Al final, son los resultados los que dictan sentencia. Y los de Velázquez cada vez son peores, hasta el punto de sumar un punto de los últimos doce y de enlazar bochornos en casa ante equipos que luchan por esquivar el descenso. Tres victorias en trece partidos y ni un solo triunfo fuera de casa para estar cada vez más lejos de arriba y algo más cerca del peligro. «Nuestro deseo es llegar a Primera ayer», dijo el presidente Jorge Mas en vísperas de Navidad. Todo apunta a que será otro día.

EL MENSAJE

Un discurso confuso dentro y fuera del campo

El Real Zaragoza transmite tan poco en el campo como el técnico fuera de él. Se diría que ambos discursos comparten confusión hasta aturdir al espectador. Al indescifrable estilo de un equipo que, pese a lo que sostenga su entrenador, pierde alma a pasos agigantados, le acompaña el críptico mensaje de un técnico al que siempre le ha resultado especialmente difícil transferir claridad o contagiar entusiasmo. De hecho, la comunicación tanto dentro como fuera del campo ha llegado a resultar casi indescifrable. En realidad, todo forma parte de esa ceremonia de la confusión en la que se ha instalado un Zaragoza cada vez más desnortado. Llegó Velázquez responsabilizado y dispuesto a afianzarse al fin tras una trayectoria plagada de saltos, pero cada vez parece más superado.

LA CANTERA

Una oportunidad a gritos que nunca llega 

La falta de ambición que se achaca a Velázquez a la hora de valorar, por ejemplo, el raquítico punto en Villarreal ante 3.000 zaragocistas desplazados, se aplica también al uso casi nulo de la cantera del técnico pucelano. Borge desapareció de las alineaciones, Vaquero de los entrenamientos y jugadores en gran momento de forma como Cortés o Pau Sans no han contado con un solo minuto con Velázquez, que, curiosamente, recurrió a Terrer, a caballo entre el juvenil y el Deportivo Aragón, para jugar el último cuarto de hora ante el Amorebieta. Esas oportunidades ganadas a pulso por la cantera y negadas desde el banquillo contrastan con las numerosas concedidas a jugadores del primer equipo en baja forma o de ínfimo rendimiento hasta ahora. 

EL CARÁCTER

Un equipo sin personalidad 

Cordero apostó por la personalidad de Velázquez con la esperanza de que el técnico contagiara carácter y liderazgo a una plantilla frágil de ánimo y de galones. Pero el intento ha sido baldío. El Zaragoza sigue sufriendo al menor contratiempo. Cuando le marcan primero casi siempre pierde y cuando se adelanta en el marcador, principalmente gracias a errores del rival, suele mostrarse incapaz de defender la renta con uñas y dientes. 

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