La opinión de Sergio Pérez

El escudo antimisiles de Víctor y el salvavidas de Liso

En la previa, el propio Víctor lo había asumido. “Quiero ganar, de la manera que sea”. Con un plan contra su propia naturaleza y su ADN futbolístico, el Real Zaragoza ganó en Huesca. A eso fue a El Alcoraz. Fue decisiva una acción de Liso que acabó en el 1-1. El extremo empató después de mantenerse en pie en lugar de rodar por los suelos pidiendo falta. Esa acción, y el error posterior de Álvaro, cambió el destino del derbi.

Adrián Liso celebra con Alejandro Francés el 1-1 del Real Zaragoza.

Adrián Liso celebra con Alejandro Francés el 1-1 del Real Zaragoza. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

En el minuto 33 del partido, Víctor Fernández se sentó en el banquillo, cogió una botella, le retiró el tapón y le pegó un sorbo. Aquello debió ser para pasar el mal trago que hasta ese momento le estaba haciendo sufrir su equipo. El entrenador del Real Zaragoza había salido al estadio de El Alcoraz con importantes novedades tácticas. En un déjà vu de la anterior etapa, Víctor desempolvó el plan de Julio Velázquez y recuperó la base de tres centrales con dos carrileros para los optimistas o la línea de cinco defensas para los pesimistas. Bakis se fue al banquillo con todo merecimiento y Liso fue titular. Lluís López formó con Francés y Mouriño.

Hasta el instante en el que el técnico cogió la botella de agua y se alivió el sofoco, el Real Zaragoza había estado ausente. Prácticamente como el Huesca, por cierto. Sin embargo, el conjunto local se había adelantado en una acción a balón parado nacida en un córner. Loureiro agarró un buen zapatazo en el área y con la zurda introdujo el balón en la portería de Edgar Badía sin contemplaciones. Un disparo técnicamente perfecto.

El 1-0 en el derbi había llegado en el minuto 18 y el Zaragoza seguía sin dar señales de vida. Víctor Fernández estaba pasando un mal trago. Una de sus apuestas en el once, Adrián Liso, le tranquilizó al poco del único revés del encuentro. El canterano ganó un balón a la espalda de la defensa, lo peleó, lo cuerpeó, cayó al suelo y, en lugar de quedarse ahí gritando falta y haciendo aspavientos, se levantó. En ventaja, con el defensor vencido, el extremo armó un buen disparo desde el lateral del área. Álvaro Fernández falló y se metió la pelota dentro de la portería. Ese instante, en el que Liso decidió seguir en pie en lugar de hacer el clásico molinillo por los suelos, fue el que definió el derbi.

A partir del empate, todo cambió y el Real Zaragoza volcó el campo a su favor. Fruto de ese dominio y de que el balón rondó el arco local llegó el penalti que Ávalos Barrera señaló en una braceo de Javi Martínez con Maikel Mesa. El canario puso en ventaja a su equipo antes del descanso.

El plan de Víctor de los tres centrales y cinco defensas cobró todo su sentido en la segunda parte con el marcador a favor y el Huesca obligado a atacar en desventaja y con problemas para crear juego posicional. Fernández todavía reforzó más su idea con la entrada de Jaume Grau por Mesa y de Zedadka por Lecoeuche, un armazón de hierro, un escudo antimisiles defendiendo el 1-2. No estaba la situación del Zaragoza para exquisiteces ni florituras. En la previa, el propio Víctor lo había asumido. “Quiero ganar, de la manera que sea”. Con un plan contra su propia naturaleza y su ADN futbolístico, seguramente en contra de sí mismo, pero ganó. Y de poco más se trataba a estas alturas de la temporada, cuando el único objetivo es poner a salvo el proyecto cuanto antes para pensar en el próximo.