Para que la propuesta de veto salga adelante en la cumbre de la Convención Cites, será necesario el voto de al menos dos tercios de los 175 países representados, algunos de los cuales ni conocen el atún rojo ni tienen salida al mar. Como en las cumbres balleneras, la diplomacia japonesa lleva unos meses muy atareada intentando convencer a posibles aliados. Japón se juega mucho porque no solo es el principal consumidor, sino que también tiene intereses en el negocio pesquero.

La Convenció Cites permite que los países reacios propongan vetos a título individual. Por parte europea, los países más díscolos hasta ahora han sido Malta, que dispone de una importante industria de engorde de atunes, y Chipre, además de la incógnita de España, pero en la cita de Doha los Veintisiete votarán en bloque.