En el año 1752, bajo el patrocinio del rey Fernando VI, se instituyó en Madrid la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue una iniciativa acorde con el despotismo ilustrado de la época. De acuerdo a los principios de la ilustración, los monarcas tenían una concepción paternalista del Estado, promocionando y utilizando la ciencia y la razón para mejorar la vida de sus súbditos.

Desde entonces, en esta academia madrileña se formaron la mayor parte de los grandes artistas españoles que han pasado a la historia. Entre ellos los aragoneses Francisco y Ramón Bayeu, Goya y Ponciano Ponzano. Al poco tiempo de su fundación, hubo proyectos que pretendían instaurar una organización similar en Aragón.

El primer proyecto data del año 1754 y fue maquinado por Vicente Pignatelli y Moncayo. Se quedó en una bonita idea que no terminó de fructificar. Años más tarde, en 1771, Ramón Pignatelli (hermano del anterior) lo intentó de nuevo. Pero nada se pudo conseguir hasta que en el año 1792 el aragonés conde de Aranda accedió de nuevo a la presidencia del Consejo de Castilla, convirtiéndose en la persona con más autoridad de España, después del rey.

Eran los años de la Revolución Francesa y se nombró al Conde de Aranda presidente del Consejo de Castilla para restablecer las buenas relaciones con el país galo. No había hombre mejor para ello, ya que había sido embajador de España en París en tiempos del proceso emancipatorio de las colonias norteamericanas. También era apreciado y mantenía estrechas relaciones de amistad con personajes revolucionarios de la talla de Voltaire.

El rey de España, Carlos IV, estaba muy asustado porque aquí había el mismo tipo de sociedad que en Francia y lo que allí estaba ocurriendo podía pasar también en nuestro país. En aquellos momentos consideraba que su trono pendía de un hilo, fundamentalmente de la capacidad del conde de Aranda de manejarse con el nuevo gobierno revolucionario de Francia. Así que el conde podía pedirle al rey lo que quisiera, en este caso un decreto, resultado del cual se fundó en Zaragoza la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Luis, llamada así en honor de María Luisa de Parma, esposa del monarca.

En la consecución de tal iniciativa también jugaron un papel importante las peticiones de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y de la Escuela de Dibujo de Juan Martín de Goicoechea, que impartía sus clases en el palacio de los Zaporta, del cual solo queda el Patio de la Infanta, que se encuentra en el edificio de Ibercaja de la plaza Paraíso. Cuando se fundó la Academia de San Luis, el profesorado y el alumnado de la Escuela de Dibujo quedó encuadrado dentro de esta nueva institución. Allí, inicialmente se impartían clases de pintura, escultura, arquitectura y grabado.

A partir de aquí, el cursus honorum de muchos artistas aragoneses fue formarse en la Academia de San Luis de Zaragoza, para después marchar a la Academia de San Fernando de Madrid y, por último, completar sus estudios con una beca en Roma.

A lo largo del tiempo sus estatutos y su organización han sufrido múltiples variaciones. Las más importantes las de los años 1849, 1933 y 1997. Está asociada al Instituto de España desde el año 1995 y actualmente tiene muchas más secciones que en su origen, un total de siete: primera, de arquitectura; segunda, de escultura; tercera, de pintura; cuarta, de música y danza; quinta de literatura; sexta, de grabado y artes suntuarias; y séptima, de artes de la imagen.

Asimismo, la organización dispone de una gran cantidad de libros, documentos y una valiosa colección de arte, de la cual fueron conserjes el abuelo y el padre de Ponciano Ponzano, uno de los mejores escultores del siglo XIX de nuestro país, que esculpió los leones de bronce que se encuentran en la escalinata del Congreso de los Diputados.