Llega el Pilar y su compañía regresa al World Trade Center de Zaragoza...

Llevamos aquí desde 2014 y tenemos un público fiel. Aún así, volver es un reto siempre. La sala es estupenda, pero convertirla cada año en un teatro es un auténtico reto. Llevamos días montando para reencontrarnos con nuestro público.

Esta vez, la estrella del cartel es la propia revista. Han hecho un homenaje al género.

Es una antología muy interesante. Desde Por la calle de Alcalá no se había producido algo así. Hay más de 250 trajes de las obras que se homenajean. Ese homenaje al género ha sido parte de la razón por la que no hay una cabeza de cartel, porque el espectáculo tenía otro sentido. Pero también es porque he querido apoyar el tejido artístico y cultural de la tierra. Otros años he tenido a un Manolo Royo, a la Maña... Esta vez debíamos apostar por gente de la casa.

Dice usted que este espectáculo sirve para conocer mejor la revista clásica.

Es que es un recorrido desde Los nardos, el primer himno de la revista, al Gracias por venir, que es el último. La gente va a descubrir un género nuevo, divertido y diferente a la etiqueta que le suelen colgar. Hay muchos programadores que lo desconocen. Les suena del destape. Y la tele no ha ayudado. La revista no es salir con los pechos al aire porque sí. Es un género frívolo pero que insinúa. Y es un género de crítica social. Y un espectáculo cultural y reivindicativo del papel de la mujer. Aquí ellas siempre han sido las estrellas. La vedette es algo especial, sin réplica masculina.

¡En el vestuario del show hay joyas!

Yo soy un apasionado de este género. Y, entre otras cosas, me he preocupado de intentar conservar piezas que eran auténticas joyas, piezas de artesanos que han ido desapareciendo. Por ejemplo, Silvia Fox, una de las vedettes --junto a Mili Andreu y Marian Nadal-- saca un miriñaque con todas las lentejuelas cosidas a mano. Es uno de los trajes originales de Eugenia de Montijo en Cinco minutos nada menos.

No faltaron a su cita con el Pilar ni en 2020, en plena pandemia...

Durante veinte años no hemos faltado ni un Pilar, en diferentes escenarios. Es un clásico. Y eso que esto es una empresa privada en la que todo se levanta a golpe de sudor. Y aún este año hemos tenido una pequeña ayuda municipal como producción cultural pero, del resto, nada... He hablado de Mili, de Silvia y de Marian, pero con nosotros también están Jesús Sesma, Esther Ferrández, Pedro Javier, el cuerpo de baile... Cada vez que se mueve la compañía son 22 o 24 personas. El año pasado, el espectáculo fue un desastre, pero teníamos que estar. Por los artistas, por el público y por mí. Yo también lo necesitaba. El empresario teatral debe saber ganar y perder.

La de Luis Pardos es la única compañía de revista que queda en España.

La única de revista teatral, sí. Otros hacen espectáculos de variedades. Pero lo que es una revista presentada a nivel de teatro es diferente, es un género. De hecho, la revista y la zarzuela son las madres de la comedia musical, que siempre está de moda.

Usted cumple 50 años de profesión.

Y en el mundo del espectáculo he hecho de todo: dirigir, pegar carteles, vestuario… Esto se vive o no se vive y yo estoy muy orgulloso de lo que he hecho, de mantener el género, de dar trabajo a muchas familias.

¿Cómo empezó en esto?

Con 14 años ya trabajaba con los Títeres de Polichinela. Poco después, a la vez ya estudiaba baile y trabajaba en una agencia de viajes. Un día, me surgió la oportunidad de marcharme de bailarín con el teatro Lido. Te hablo del año 78. En ese momento, cuando aún existía la Ley de Vagos y Maleantes, yo era bailarín y ¡hacía desnudo integral! Pronto me picó el gusanillo. El teatro es una droga. Así que en el 80, con veintipocos, ya estaba montando el germen de lo que fue la compañía. Viajábamos en un Seat que le compré a Mary de Lis, con los baúles de los trajes atados a la baca.

Ya no es con ese Seat, pero su compañía sigue recorriendo España. Recuerdo ‘Me voy de(l) bolo’, un programa que usted y yo grabamos y que retrató todo ese esfuerzo.

Fue precioso. Hay mucho esfuerzo. Aquí no se ensaya con zapatillas, sino con zapatos de tacón. Aquí hay mucho trabajo. Me siento orgulloso cuando los artistas de la compañía van a un cásting y se nota la escuela... Y, sí: voy a donde nos llaman. Viajamos todos juntos: compañía, técnicos...

¿Qué le pide al público?

¡Que vaya al teatro! Que sepa que la cultura es segura y valore el esfuerzo. Más, porque este producto es netamente aragonés. Necesitamos que vengan al teatro. Además, el teatro y la cultura son medicina para el cuerpo. Se necesita como el aire para respirar. Yo lo necesito.