Discapacidad

En el Hospital de Parapléjicos de Toledo: "Soy tetra, pero no voy a aferrarme a la silla y llorar"

Natasha Tavárez, 37 años, está en el centro público manchego, referente a nivel nacional, por un brutal accidente de tráfico que la dejó tetrapléjica

Natasha Távarez, tetrapléjica por un accidente.

Natasha Távarez, tetrapléjica por un accidente. / ALBA VIGARAY

Nieves Salinas

"Tengo lesión completa. Soy tetra. No voy a volver a caminar, lamentablemente. No puedo hacer nada sola. Pero cuando pueda mover los brazos, llevar la silla eléctrica y manejar las manos, tendré una nueva vida. No quiero estar deprimida. No quiero llorar. Es lo que me ha tocado y lo tengo que tomar con naturalidad". Natasha Tavárez se presenta al Periódico de España, de Prensa Ibérica, deja sin aliento. Con una fortaleza fuera de lo común, cuenta que un brutal accidente de tráfico la ha llevado al Hospital de Parapléjicos de Toledo, un centro referente en España en lesión medular y con una riquísima actividad investigadora. Un lugar que, lejos de lo que pudiera parecer, está lleno de movimiento.

"Aquí se viene llorado", es una de las frases del hospital. Porque, quien llega a Toledo, ha salvado la vida en un país donde se producen cada año entre 800 y 1.000 lesiones medulares. Y, como dice Natasha, a partir de ahí, todo es empezar de cero desde dónde se está. Por durísimo que sea. Por eso, en el centro manchego, les gusta hablar de que, más allá de estereotipos, frente a la quietud que se presupone a sus pacientes, el hospital es actividad.

La enfermedad de Estela

Estela Merino, 25 para 26, de Tudela de Duero, Valladolid, recorre los pasillos del centro y mira con atención a las visitantes. Tiene ganas de hablar. Es su segundo ingreso en Toledo. Enferma desde los 3 años de neurofibromatosis -un trastorno genético que causa el crecimiento de tumores en los nervios que, en general, son benignos-, en 2021, la operaron para quitárselos porque, algunos, ya le oprimían la médula. "Avanzaba poco a poco, estuve ocho meses, me dieron el alta en septiembre de 2021, y seguí en casa con ejercicios, con rehabilitación que me mandó la médica. Cuando ya parecía que iba mejor...", se complicó.

Sigue su historia: llegó un punto en el que se empezó a encontrar peor, a perder movilidad en el brazo izquierdo, arrastraba los pies y, en febrero de 2022, acabó otra vez en Urgencias. "Vieron otros dos neurofibromas volviendo a presionar la médula. Era como más grave. No sabían si me podía quedar tetrapléjica o hemipléjica", cuenta. Esta vez, lleva en Toledo desde el 1 de mayo. "Estuve mala, con mucha fiebre, pero voy recuperando", asegura con optimismo.

Estela Merino, en un pasillo del hospital.

Estela Merino, en un pasillo del hospital. / ALBA VIGARAY

Estela es amiga de Nastaha. En el jardín, punto neurálgico del hospital, salen, se juntan y se ríen. "Mucho", dirá Nastasha. En Toledo, con los últimos datos disponibles, a lo largo de 2022, se ha atendido a un total de 266 nuevos pacientes, 190 hombres y 76 mujeres de diferentes comunidades autónomas. En ingresos, las causas traumáticas siguen siendo las más frecuentes (58%) y el resto (42%), corresponden a ingresos por otros motivos no traumáticos. Como el de Estela.

La nueva realidad

Hay, también, una nueva realidad, dentro de los ingresos de origen traumático, las caídas son la causa más frecuente (76 pacientes), frente a los accidentes de tráfico (47) accidentes deportivos (25), agresiones (3) y un accidente de avioneta. Entre las razones de las caídas, destaca que 12 de ellas fueron precipitaciones con intención de suicidio. También es llamativo la distribución por edad en esta causa, apunta el hospital, porque el promedio es de 35 años, y el 50% tenían 25 o menos años.

El servicio de Ortopedia del hospital.

El servicio de Ortopedia del hospital. / ALBA VIGARAY

El gran grueso de caídas (53 pacientes) se produjeron de forma accidental. La edad media de los ingresados fue de 61 años, la mayor edad media de toda la muestra. De hecho, casi la mitad tenían más de 65 años. Estas caídas las sufrieron 44 hombres, en comparación con 9 mujeres.

Habla Simón

Cuando esta redactora escribe el reportaje, pura casualidad, habla con Simón González. Un fatal accidente doméstico dejó a Simón en silla de ruedas en 2014. Casi una década en la que quien fue trece veces campeón del mundo de kick boxing no ha cesado de combatir para ponerse en pie. Sigue intentándolo. Pero la llamada es para lanzar una advertencia: ¡Mucho ojo con las zambullidas!. Cerca del 6% de las lesiones medulares se producen por zambullidas imprudentes, según datos de la Fundación Lesionado Medular. Especialmente, entre menores de 30 años y durante los meses de julio y agosto.

Chicos jovencísimos que se han quedado tetrapléjicos porque se han partido el cuello al lanzarse y, repite el tricampeón mundial, de eso hay que hablar y mucho para que tomen conciencia. Dice Simón que, desde su puesto de vicepresidente de la Asociación de Lesionados Medulares de Galicia, ve cosas muy terribles. La lucha de las familias, muchas veces sin recursos suficientes, para sacar adelante a a esos hijos lesionados de por vida. Cosas tremendas, insiste, siempre combativo. Siempre positivo. "La vida debería ser contar noticias buenas", sentencia el campeón gallego.

Todos con Berta

Estela leyó el día antes de la visita de este diario la noticia de la extremeña Berta Domínguez (28 años) quien, precisamente, sufrió una lesión medular al tirarse a una piscina y que también, por cierto, estuvo en Toledo. Acabó Medicina y este año ha aprobado el MIR pero le impiden incorporarse a las dos plazas que ha solicitado: Familia y Preventiva. Un tema que ha levantado una enorme polvareda y gran una ola de solidaridad. Natasha no lo había escuchado. En cualquier caso, le parece fatal. "Eso es una discriminación descomunal", zanja en una pequeña tertulia improvisada en una de las amplias y luminosas salas del hospital. 

"Aferrarme a la silla y llorar no va a solucionar nada. Veo mis posibilidades desde donde estoy ahora", dice Natasha

Natasha vuelve al relato de su siniestro. Vacío total. No recuerda nada. Fue en 2022, en Zaragoza. Sólo sabe que conducía porque iba a ver al médico. "Ni siquiera recuerdo cuando cogí el coche", admite con templanza. Tiene 37 años y lleva 16 viviendo en España. Es dominicana y madre de un hijo de 14, que ahora está con la familia, en Borja. Su ánimo va por días, pero, repite con decisión, tiene a ese adolescente. Tiene que estar bien. Su rutina pasa por ir a rehabilitación al gimnasio o aprender a pintar con la boca. También a talleres de memoria, de lectura...

"Quiero estudiar online logística y transportes. Necesité apoyo psicológico, pero nunca me llegué a deprimir del todo. Aferrarme a la silla y llorar no va a solucionar nada. Veo mis posibilidades desde donde estoy. También, me doy cuenta de que hay muchas barreras, nunca me lo había planteado antes, cuando iba por la calle", reconoce. A su lado, Estela habla de cómo se apoyan entre los pacientes. "Surgen amistades muy fuertes", asegura la vallisoletana.

Un infarto medular

Manuel Salgado, 60 años, cuenta los días para volver a Pamplona, que será a finales de junio. Lo hace desde la sala donde también están Estela y Natasha. Camina con cierta destreza con sus muletas. ¿Qué le pasó a Manuel?. Un infarto medular. ¿Un infarto medular?. "Tampoco yo lo había oído nunca. Ni en el hospital (de Pamplona) sabían lo que era. Antes había pocos, ahora hay muchos", explica Manuel, pasito a pasito, al ver la cara de sorpresa.

Se habla de una patología grave, poco frecuente, que afecta a la médula espinal y en la que es vital acertar en el diagnóstico para evitar complicaciones y tratamientos innecesarios. Fue rápido, relata Manuel. Comió, se sentó en una silla, notó un dolor para arriba y acabó en el hospital. Pasó por una unidad de ictus y de allí, en ambulancia, llegó a Toledo, donde ya lleva unos meses y se afana por recuperar la movilidad de esa pierna derecha que todavía le falla.

Manuel Salgado, paciente del hospital.

Manuel Salgado, paciente del hospital. / ALBA VIGARAY

Y si se habla de movilidad, Diana Herrera, Laura Blanco, Lucía García y Sara González, forman parte de la Unidad de Biomecánica y Ayudas Técnicas que, como el resto de los servicios de este hospital, está volcada en la rehabilitación de los pacientes a través de los últimos avances. Herrera, ingeniera biomédica, explica que son una unidad híbrida. Por un lado, tienen actividad clínica y cotidiana, como hacer estudios de marcha que sirven para tener información cuantitativa de cómo caminan las personas, cómo evoluciona la rehabilitación y cómo enfocar los tratamientos.

Los exoesqueletos

En paralelo, hacen investigación y es ahí donde se enfocan en la implementenación de tecnologías, tanto de miembro superior o inferior. El trabajo de Diana Herrera se centra, sobre todo, en el uso de tecologías robóticas en miembro inferior. En su grupo utilizan exoesqueletos, que son sistemas electromecánicos que combinan asistencia activa para ayudar a moverse a las personas cuando no pueden hacerlo por sí mismas.

Hay diferentes tipos, describe la ingeniera, y los que ellas utilizan son los de rehabilitación. Su función es ser una herramienta extra para los fisioterapeutas. El exoesqueleto -el paciente se mete dentro de la estructura y se amarra- es para poderse poner de pie y caminar. El robot ayuda a hacer movimientos intensivos y repetitivos de forma estandarizada.

Las investigadoras de la Unidad de Biomecánica.

Las investigadoras de la Unidad de Biomecánica. / ALBA VIGARAY

En la terapia tradicional, es el fisio el que mueve las piernas de las personas, pero al automatizarlo con los exoesqueletos, explica Herrera, el profesional no tiene que hacer esfuerzos innecesarios. En el centro, disponen de un exoesqueleto certificado para no ser usado con muletas. El resto tienen que llevarlo con apoyo -muletas- por estabilidad. "Es importante saberlo también para bajar las expectativas sobre la tecnología, porque cada tecnología responde a algo diferente", advierte la investigadora.

¿Podré volver a volar?

A Natasha lo que ahora le inquieta, más allá de la tecnología, es si, ya tetrapléjica, podrá volver a viajar a su país, República Dominicana, a donde iba todos los años. "¿Podré hacer ahora el viaje en avión?. Nunca he visto a una persona así en un vuelo trasatlántico", reconoce. En la charla, Estela cuenta que a ella, puesta a soñar, lo que le da alegría es pensar en los bebés que han llegado a su familia y pensar en los fines de semana, cuando sus padres pueden visitarla y le llevan a su perro, Toy.

Cada vez consigue andar durante más tiempo, pero tiene un dolor en el pie izquierdo que cree que estará de por vida. Ha estudiado administración y finanzas. Ha hecho entrevistas. "Puedo trabajar en eso. También tengo el título de monitora de tiempo libre y, a lo mejor, eso no. Pero lo mío, que es papeleo, sí lo puedo hacer", augura sobre su futuro laboral con mucha esperanza.