EL DÍA GRANDE DE TERUEL

Vuelve La Vaquilla tras dos años: "¿El covid? Mira, la vida hay que vivirla"

Turolenses y visitantes llenan las calles para disfrutar, aunque a algunos les tocaba trabajar

Miles de personas disfrutaron en la plaza del Torico, ya con la columna restaurada tras el accidente de hace dos semanas.

Miles de personas disfrutaron en la plaza del Torico, ya con la columna restaurada tras el accidente de hace dos semanas. / ÁNGEL DE CASTRO

Iván Trigo

Iván Trigo

Tres años han tenido que esperar los turolenses y todos aquellos foranos que disfrutan de las fiestas de La Vaquilla para volver a echarse a las calles al ritmo de las charangas. Tres años de receso por una pandemia que, justo en estos momentos, vuelve a repuntar. Pero no, este año no, el covid no iba a impedir celebrar nada. Las ganas estuvieron ayer por encima de la precaución, algo muy comprensible después de la larga espera. ¿Mascarillas? Ni una. 

«Mira, ¿te digo la verdad? La vida hay que vivirla. No nos vamos a quedar en casa. Llevamos mucho tiempo esperando ya y este año es especial. Tendremos cuidado luego de no juntarnos con gente mayor. Pero estos días son para disfrutar», decía Lola, una mujer de Valencia pero con costumbre de «subirse para la Vaquilla». «Somos de la peña El Disloque y nuestras amigas son las que le ponen el pañuelo al Torico. Lo estamos viviendo con mucha emoción», contaba.

Desde Urrea de Jalón, en Zaragoza, llegaron este sábado por la mañana seis jóvenes dispuestos a disfrutar después de dos veranos sin Vaquillas. «Llevo toda la semana dándole vueltas. Y ayer (por el viernes) no dormí de la emoción», explicaba una de las chicas, María. Junto con sus colegas estaban sentados desde las 13.00 en uno de los porches de la plaza del Torico. «Aguantaremos hasta las 17.00 y así ya tenemos sitio. Hemos traído hasta carrito». ¿Y solo llevaban vino? «No, hombre. Que también llevamos bocadillos. Hay que comer algo», reían.

Tras la puesta del pañuelo, la fiesta se trasladó a las carpas de las peñas.

Tras la puesta del pañuelo, la fiesta se trasladó a las carpas de las peñas. / ANGEL DE CASTRO

El perfil de los que van a disfrutar de la fiesta de la Vaquilla es muy variado. Turolenses de pura raza, muchos, pero no menos casi que zaragozanos y valencianos. Hasta vascos había, y eso que a ellos les pilla más cerca Pamplona y sus sanfermines. «Esto es parecido pero sin tanta gente. Esto está estupendo», decía un bilbaíno lleno de vino horas antes de la puesta de l pañuelo. Y las despedidas de soltero y soltera se contaban a decenas. «Reservamos la mesa hace tres meses», explicaba un grupo de hombres procedentes de Lliber, Alicante, que comían en plena plaza del Torico.

Entre los visitantes, muchos este sábado eran de fuera de Teruel, mientras que la mayoría de los que trabajan estos días para que la fiesta pueda celebrarse sí son vecinos de la capital turolense. «¿Cómo lo estoy pasando? Pues trabajando a tope. Hoy hemos acabado a las 8.00 de la mañana y luego enganchamos otra vez. Pero detrás de la barra también se disfruta. En Vaquillas todo vale», explicaba una mujer, Ingrid Ros, que huía de la plaza del Torico horas antes de la puesta del pañuelo. «No me acerco a la plaza ni loca. Lo veré en el móvil, pero aún así hoy es un día muy emocionante para todos los turolenses. Y más con lo que ha pasado este año, que casi nos quedamos sin Torico», decía la trabajadora.

Aurora Sangüesa enseña uno de los regañaos que venden.

Aurora Sangüesa enseña uno de los regañaos que venden. / ANGEL DE CASTRO

Con una sonrisa, justo en frente de la carpa de El Disloque, donde a mediodía sonaba una charanga, Aurora Sangüesa atendía detrás del pequeño mostrador del Horno Santa Cristina a sus clientes. «Hoy es el día fuerte, pero llevamos vendiendo regañaos toda la semana. Abrimos a las 7 de la mañana y ayer (por el viernes) hasta las 14.00 hubo cola. Vendemos cientos cada día», explicaba la vendedora, sujetando una de estas tortas de pan con jamón y pimiento. «La gente va alegre, a veces demasiado, pero la verdad es que nos tratan con respeto», aseguraba.

Y en la barra de Los que faltaban, María Herrer atendía también a los pocos clientes que aún tenían sed de cerveza por la mañana después de la noche del viernes. «Creo que hay más gente que otros años. Es normal porque hay muchas ganas», decía. «¿Cuántos barriles gastamos? Ni lo sé. Esta mañana nos han tenido que traer más», decía. Solo en esa carpa trabajan 15 camareros. «Es un día muy emocionante. Me encantaría poder ir a la puesta del pañuelo», lamentaba Herrer.

Trabajando o no, Teruel y sus gentes han vivido su día grande. Toca ahora esperar un año más.

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