Después de un día duro de trabajo, de estudio o de faena muchas veces lo que menos nos suele apetecer es ponernos a cocinar algo muy elaborado. Se suele abrir la nevera y hacer algo rápido, algo para salir del paso y para ir rápidamente a descansar al sofá o a la cama ya directamente. O eso o simplemente un día no tienes muchas ganas y ya está.
Dentro de ese abanico de opciones recurrentes suelen estar los huevos (un clásico fritos, revueltos o en tortilla francesa como cena rápida) y también los sandwiches.
Más sencillo es prácticamente imposible. Ahora bien, no es oro todo lo que reluce porque, aunque es verdad que no es una cena copiosa ni que te vaya a engordar, pero siempre es susceptible de mejorarse.
Y dentro de los sandwiches, para rizar el rizo, hay uno que suele estar en lo más alto de las opciones escogidas y es el clásico bikini. El de toda la vida de jamón york y queso, en definitiva.
¿Por qué no es tan bueno?
Para entender los motivos analicemos cada uno de los componentes. Primero, el pan de molde, que suele ser blanco y que usa harinas refinadas, que se someten a unos procesos que reducen su calidad nutricional, a diferencia del pan integral. Así, el pan blanco puede ser negativo para la salud porque eleva los niveles de azúcar en sangre, aumenta la tendencia a acumular grasa y puede producir un efecto inflamatorio en nuestro cuerpo.
El jamón cocido a simple vista tiene pocas pegas, pero es necesario adquirir uno de calidad, principalmente porque hay muchos que no tienen un porcentaje de carne de cerdo que no llega ni al 60% del total y el resto de ingredientes tampoco son para tirar cohetes.
Y por último, el queso. De primeras es un alimento muy graso, por lo que sería recomendable coger uno light. Y, sobre todo, es necesario evitar los que tienen menos calidad como los tranchettes, por ejemplo.
Además, es mejor también evitar algunas prácticas que hacen que el nivel de calorías suba, como por ejemplo tostar el pan con un poco de mantequilla o agregarle alguna salsa como mayonesa o mostaza.
