Este oscense, que actualmente reside en Paracuellos de Jiloca, estudió ingeniería y es docente en el IES Zaurín de Ateca. De esta profesión nació su necesidad de estudiar psicología para comprender mejor a sus alumnos. El pasado noviembre publicó ‘Hablarle a la pared’.

Qué curiosa es la etapa adolescente.

Sí, es un mundo lleno de energía, de emociones. De la noche a la mañana el chico que antes era alegre ahora se pone triste, los cambios son tremendos y también bonitos. Una de las labores del profesor es encauzar su energía, pasión y ganas de aprender. Un adolescente no deja de buscar su sitio en la sociedad, cuáles son las mejores emociones, lo busca todo… Hay que guiar esa búsqueda para encontrar las cosas más adecuadas para ellos.

‘Hablarle a la pared’ nace de la observación que hace a sus alumnos, pero ¿a quién va dirigido?

Cuando lo empecé a escribir estaba dirigido a ellos, a todos los alumnos que he conocido a lo largo de estos años de profesión. Pero resulta que lo están cogiendo con más ganas sus familias porque refleja la realidad que me he encontrado y que, muchas veces, si no estás muy atento como profesor pasa desapercibida.

¿Qué realidad podemos encontrar en él?

Búsqueda, necesidad, emociones y mucho dolor que padecen por intentar encajar en una sociedad que cada vez es más vertiginosa. He intentado ajustar esto con el lenguaje que utilizan ellos, a mi modo de ver, muy agresivo, con unas actitudes superficiales al mismo tiempo.

Me habla de una sociedad vertiginosa y es cierto que en este momento nos encontramos en una situación excepcional para todos. ¿Cómo lo viven sus alumnos?

Yo creo que los jóvenes, con esa capacidad que tienen de adaptarse mayor que los adultos, lo están llevando más o menos bien. Les falta ese punto de relación social que sí que es necesario de su edad, empiezan a estar un poquito cansados. Les hemos pedido un poco más de madurez y responsabilidad y creo que la mayoría lo cumple muy bien. En general, son mucho más positivos que los adultos, tienen claro que de esto se va a salir.

Imparte la asignatura de tecnología, la cual está muy presente dentro y fuera del aula y ahora, con la pandemia, más.

Totalmente. Los chavales utilizan las tecnologías mucho mejor que la gente adulta, lo que puede ser una ventaja. Durante el confinamiento adquirieron hábitos y herramientas de ellas. Lo curioso es que, tras vivir esta semipresencialidad, ahora quieren regresar. Al principio estaban contentos de poder quedarse en casa y ahora quieren volver todos al instituto. Esto demuestra que las clases presenciales son mejor para todos. La capacidad de aprendizaje, ya no solo académica sino personal, es imposible adquirirla on line.

¿Qué consejo daría a padres de adolescentes para afrontar esta situación?

Es cierto que, durante el confinamiento, al pasar tanto tiempo con nuestros hijos se podían generar conflictos ya que la respuesta habitual ante una confrontación podía ser gritar y echar cosas en cara. Pasamos mucho tiempo juntos y al final podemos perder los nervios. Ante esas situaciones intento transmitir que respiremos hondo y acabemos dándoles un abrazo o un beso. Esta tarea se puede complicar ante un adolescente, pero creo que hay empezar a comprender que lo que tenemos delante es un chaval que está buscando algo que está fuera de casa, no lo va a encontrar dentro, y tiene que saber que aquí puede estar seguro porque le queremos y pase lo que pase nosotros le vamos a apoyar.