"¡Uy! ¡Uy! ¡Uy!". ¿Por qué levanta la vista? ¿Por qué mira la calle por la que hace tiempo los camiones vaciaban el depósito de gasóleo y armaban un revuelo en Valdepeñas de Jaén si trataban subir a lo alto de Pecho Rompe Albarcas con motores sin fuerza? Así se llama la calle. Imposible subirla a pie si la salud no responde. Y es que en una ciudad agraciada con el poderoso don dinero pondrían una escalera mecánica a los vecinos.

Enric Mas es el que exclama. Había visto "mil veces" el vídeo con la victoria de Purito en 2011. Pero no es lo mismo la pantalla del ordenador, todo muy bonito y en colores, que cuando se levanta la vista y se ve una calle rodeada de vallas, con los vecinos chillando, con la voz de Juan Mari Guajardo, el 'speaker' de la Vuelta, retumbando por los altavoces repartidos por el pueblo. "Puto muro", se dice a sí mismo y añadiendo "con perdón" cuenta a los periodistas su exclamación interior después de cruzar la línea de meta, allí en las alturas, casi tocando los olivos, aceituneros altivos. Y casi tocando, de hecho lo hicieron, a Primoz Roglic, intratable, un punto por delante, voraz, con apetito de victoria, enfadado consigo mismo por atacar a lo loco y caerse el día anterior bajando a la playa malagueña.

Mas está dispuesto a intentar ganar la Vuelta, que no es lo mismo que ganarla, porque delante tiene a Roglic y es de otra galaxia; del Imperio de Eslovenia. Y en esta película que etapa a etapa se filma en la Vuelta no parece que los rebeldes del Movistar lo vayan a tener tan fácil como en la ficción cinematográfica. "Es un orgullo poder disputar una carrera como la Vuelta a Roglic o Pogacar, que son los referentes del ciclismo", lo dice Mas, en una forma exquisita, el mallorquín que no se corta en tierras jienenses. Se asusta y se cabrea porque el muro, la calle, llámese como se prefiera, es más empinada en la realidad. Y ni corto ni perezoso ataca a Roglic.

Abre un pequeño hueco, tan pequeño, que Roglic lo toca; intuición, reacción, sin mala leche. Las bicis se rozan y el mallorquín se enfada y casi parece que con el pequeño incidente vayan a dejar la victoria en manos del último fugado, el danés de Andorra, Magnus Cort Nielsen, el mismo al que Roglic dejó ganar en Cullera.

Una calle que no perdona

Pero la calle Pecho Rompe Albarcas no perdona a los que solo buscan la gloria de un día. Sus rampas se han pavimentado para que el vencedor sea el máximo favorito a ganar esta Vuelta. Y como mucho, si se da la extraña circunstancia de que el ciclista esloveno cede, entonces el triunfo será para el segundo mejor de la clase, Enric Mas, fuerte como un roble, pero de momento no tanto como Roglic.

Tras ellos solo queda Superman, vigilado por un peligroso Jack Haig, que ha visto una silla libre en la mesa donde se juega la Vuelta y se ha sentado con cartas buenísimas en la mano.

Entran en la meta de Valdepeñas de Jaén los tres mejores ciclistas de esta Vuelta en el orden que llevan en la general, aunque con dos corredores por delante a los que han dejado que disfruten unos días siendo primero y segundo de la general, el noruego Odd Christian Eiking y el francés Guillaume Martin, el ciclista que ama la filosofía, escribe novelas y obras de teatro, mientras aprende idiomas como el castellano.

Roglic no desmiente a Mas sobre la dureza del final de etapa. "Había visto esta llegada en vídeo. La meta estaba muy empinada". Este tipo de llegadas le van como anillo al dedo. Es explosivo y cuando cambia de ritmo en terrenos como el jienense nadie puede seguirlo. Quizá Pogacar, pero con problemas. "Las etapas decisivas aún están por llegar", añade el corredor esloveno. En estas etapas, el sábado en Guadalupe y la semana que viene en Asturias, es donde el Movistar ha puesto las velas para tumbar a Roglic. Es un reto, a lo mejor un imposible, pero Mas no se puede rendir. Mucho por ganar y nada por perder.