La calle Alfonso I es una de las más visitadas de Zaragoza, una de esas que aparecen en todas las guías turísticas por su arquitectura, su historia, sus tiendas y por lo que representa, el ayer y el hoy de una ciudad. El paso de los años no ha mermado su prestigio pero sí que ha atacado a los negocios tradicionales que recordaban la historia de la capital. Una vía que fue un hito ya en el siglo XIX, cuando alteró la estructura del Casco Histórico, y que volvió a serlo hace dos décadas, cuando se peatonalizó.

Fue de las primeras de la ciudad en expulsar a los coches. En 2001, el alcalde del PP José Atarés decidió adecuar esta arteria que termina en la plaza del Pilar siguiendo la estela de lo que estaban haciendo el resto de urbes europeas. Una operación urbanística diseñada por el arquitecto José de Yarza Miñana que generó críticas, recelos y escepticismo, y que 20 años después ha quedado demostrado que fue todo un acierto.

Almacenes Gay, en 1977. | GRAN ARCHIVO DE ZARAGOZA ANTIGUA

El problema higiénico del momento, la necesidad de adaptar las comunicaciones a las nuevas exigencias en un Casco Histórico de origen romano, desordenado, sinuoso, y la autorrepresentación de la burguesía promovieron la apertura de la calle Alfonso hacía la Basílica del Pilar que la convertiría en el punto neurálgico de la élite del siglo XIX. Una zona pensada para la alta y media sociedad, con elegantes edificios y negocios en un entorno barroco y neoclásico.

Esta actuación enlazaba el tradicional centro institucional y religioso con el nuevo que empezaba a consolidar en torno al Coso. El impacto funcional de estas obras resolvía, además, la adaptación de una parte del espacio urbano a los intereses y valores de la burguesía, que se iba a crear alrededor de unos ejes representativos de la ciudad, especialmente la Basílica del Pilar.

Abrieron los comercios más característicos e importantes, primero las pequeñas tiendas que dieron paso a los almacenes Gay o El Águila que poco a poco han ido echando la persiana. Ha sucedido con tiendas como Derby, La Campana de Oro, Almacenes Florida, Vidal Beltrán, Vivaldi, Juan García, El Mañico y la platería Martín Blasco, una de las últimas en despedirse tras el azote que ha generado la crisis sanitaria del coronavirus en la cuenta de resultados de demasiados negocios.

La calle Alfonso I en la actualidad. ANDREEA VORNICU

La calle Alfonso se construyó entre 1865 y 1867. La burguesía zaragozana impulsó en 1858 su reforma pero no fue hasta siete años después cuando se iniciaron los trabajos, posiblemente por problemas económicos. Ese año, debido al paro de multitud de jornaleros, el consistorio hizo un esfuerzo por invertir en obra civil y paliar esta situación.

Actualmente la calle acumula persianas bajadas que se alternan entre las cadenas con un fuerte respaldo económico que han visto una oportunidad en esta vía, escenario de todas las celebraciones de Zaragoza, como la Ofrenda de Flores y Frutos, las procesiones de Semana Santa o la Cabalgata de Reyes.

El comercio familiar y tradicional está en franco retroceso y no por la peatonalización. Uno de los motivos tiene que ver con el encarecimiento de los alquileres de los locales tras el fin de los arriendos de renta antigua en 2015, lo que provocó que algunos tuvieron pagar hasta diez veces más para continuar en su ubicación.

Un precio demasiado elevado para negocios de toda la vida y al que solo pueden hacer frente las franquicias que eligen la calle Alfonso, entre otras cosas, porque pueden abrir todos los domingos y festivos gracias a que el Casco Histórico fue declarado en 2013 como zona de gran afluencia turística. Así, tienen aseguradas las ventas de lunes a domingo.

La calle Alfonso es escenario de todas las celebraciones de la ciudad. | GRAN ARCHIVO DE ZARAGOZA ANTIGUA