La gastronomía italiana es una de las más populares del mundo y en Zaragoza existen multitud de restaurantes, cadenas y locales que ofrecen comida del país transalpino. Pero hay un rincón en la ciudad, casualmente en el número 29 de la avenida de César Augusto, el emperador romano que fundó la capital aragonesa y que le dio su nombre, que trata de huir de las prisas y los preparados que en otros establecimientos son lo habitual a la hora de, por ejemplo, servirte una pizza. Se trata de Pasta Fresca di Zecchi, una tienda donde lo auténtico y la calidad priman sobre el resto de las cosas. 

Este negocio, que surgió del amor entre una zaragozana y un italiano, Rebeca Ruberte y Emanuele Zecchi, lleva cinco años ofreciendo todo tipo de productos importados directamente desde la península con forma de bota: queso pecorino romano, guanciale, scamorza di bufala, finocchiona, polenta o la porchetta son alguna de las múltiples referencias que ofrecen siempre según de la disponibilidad y que van más allá de los alimentos que todos conocemos de la gastronomía italiana. Venden pizza al corte, sí, pero no tienen 15 para elegir sino una, la que Emanuele, maestro pizzero, sabe que tiene que hacerse así. Venden pasta fresca también, pero nada de envases de plástico o raviolis congelados. Ofrecen la que Emanuele hace día a día y uno se la puede llevar cocinada al momento o seca para cocer en casa. 

«Nuestro producto es todo fresco y dependemos de eso. No siempre tenemos de todo, depende de lo que hayamos traído y de lo que hayamos hecho. La gente ya sabe que, si quiere algo, a veces tiene que esperar o encargarlo y avisar porque hay productos que no podemos tener siempre», explican entre ambos. 

Alguno de sus alimentos estrella son el guanciale, que es papada de cerdo curada, y el queso pecorino romano, dos productos que no son fáciles de encontrar en otros establecimientos y que son los auténticos protagonistas de la receta de la salsa carbonara. Nada de nata. Queso, huevos y guanciale, aunque Zecchi ya está acostumbrado a la españolización de algunas de las recetas más sagradas de Italia: «Al principio no lo entendía pero ahora ya les digo que hagan las recetas como a cada uno le gusta. ¿Carbonara con nata? Pues bien, pero es mucho más pesada», ríe Zecchi. 

Tanto él, que es de Monza, al norte del país, como Ruberte estudiaron los secretos de la cocina italiana en la Universidad Popular de Cremona. 

«Nuestra cocina es sencilla y natural. La pizza por ejemplo, solo lleva tomate natural –traído de Italia–, mozzarela –que compran cada cierto tiempo proveniente de una pequeña granja italiana– y scamorzza di buffala –otro queso importado–. La masa es gruesa para que se conserve mejor y fermenta 72 horas antes de cocinarse. 

«Las pizzas que llevan muchos ingredientes es para tapar una masa mala y aquí, si me lo piden mis clientes le pongo más cosas pero sino la que hago yo es así. Y la gente se ha acostumbrado», explica él. 

Zecchi es un maestro pizzero afincado en Zaragoza. ANDREAA VORNICU

En su tienda también venden lasañas preparadas a diario, carne para hacer carpaccio, postres, galletas, aceites, vinos, licores y hasta cerveza italiana. «Es más suave que la de aquí. Cuando abrí una por primera vez cuando ya estaba en Zaragoza solamente el olor ya me transportó a Italia. Cada uno estamos acostumbrados a una cerveza», cuenta él. También importan alimentos según las peticiones de sus clientes. «Hay gente que ha vivido en Italia y que se acuerda de alguna cosa que comía allí y que aquí no encuentra. Nosotros lo buscamos, lo traemos y al final nos lo quedamos en la tienda porque el resto de clientes también lo prueba y les gusta», explica ella. 

Cinco años y una pandemia después, Emannuele y Rebeca, que se conocieron en Dublín, siguen ilusionados con su proyecto. «Tenemos mucho trato con nuestros clientes, nuestro secreto es el cariño y la cercanía. Apostamos por lo fresco y creo que la gente ha entendido nuestro negocio», zanjan.