El Periódico de Aragón

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Memoria visual de Zaragoza

Las piezas pequeñas de Zaragoza, la ciudad infinita

Cuando se realiza un estudio temático sobre un entorno, se suele destacar lo más significativo, desde el punto de vista de su valor histórico, artístico o de tamaño. Pero una ciudad como Zaragoza también se puede mirar con otra óptica, la de la lupa poética que nos acerca a los ojos lo desapercibido

Lienzo con un sello de correos de Puerta Cinegia de Zaragoza en el siglo XV El Periódico de Aragón

La bimilenaria capital de Aragón es un contenedor de numerosos elementos que sólo cobran valor cuando nos detenemos en ellos, más allá de los grandes hitos como el templo del Pilar, la Seo del Salvador o el palacio de la Aljafería. Así, paseando con mirada atenta, somos capaces de reconstruir el pasado y evocar la ciudad desaparecida a partir de pequeños detalles.

Es el caso de los vestigios de dos de sus antiguas puertas. A la entrada del Tubo, en la calle de los Mártires, sobrevive un fragmento de la Puerta Cinegia en su última versión, del siglo XVI: el pilar derecho, sobre el que se atisba la primera dovela del arranque de su arco. Y en la plaza de la Magdalena aún permanecen algunos sillares de la Puerta de Valencia, adosados al muro de un edificio restaurado.

Al pie de la torre de la iglesia de la Magdalena se abre la calle del Órgano, que debe su nombre a uno de los pocos pasos elevados que conserva la ciudad vieja: en su interior se alojaba el órgano de la iglesia.

Muy cerca, en la calle de San Jorge cuando casi confluye con el Coso Bajo, encontramos sobre el muro del seminario de San Carlos unos curiosos grabados sobre alabastro y cemento, trazados con cincel o punzón, que representan figuras como corazones y rostros masculinos, tocados con sombreros o cascos. Los arqueólogos no se ponen de acuerdo en su datación, que podría suponerse entre los siglos XVII y XX.

La calle del órgano en 1989 El Periódico de Aragón

Avanzando en nuestro paseo, llegamos a la esquina tradicionalmente llamada las Piedras del Coso, frente a la calle de Baldomero Espartero. Allí estaba colocada una humilde placa de 1787, que rezaba en latín: «Esta piedra del antiguo muro indica que aquí está el término de la ciudad». En 2005, el ayuntamiento la retiró, con la promesa de volver a colocarla cuando el edificio que la sustentaba, derribado en 2007, fuera sustituido por otro, actualmente en construcción.

Enfrente, la calle de la Cadena se estrecha en su número 8, donde se alojó el consultorio de un popular ATS o practicante clínico. Desde sus ventanas se podía contemplar hasta los años setenta un vestigio de la antigua Zaragoza: el carro arrastrado por un burro de la carbonería que permanecía allí desde el siglo XIX. Hoy ese local restaurado, con su gran puerta de acceso, es un estudio de diseño.

Coso bajo en 1980 El Periódico de Aragón

Cuando se accede a la calle de Antonio Agustín desde la plaza de San Miguel, se abre a la derecha el callejón del Perro, que hoy da entrada al Museo de la Tortilla. Este pequeño vial tiene un nombre legendario, que se atribuye al can propiedad de un judío del siglo XVI que lo habría entrenado para atacar cristianos. El perro habría sido condenado a muerte y su dueño encerrado en los calabozos de la Aljafería. Ya en 1911, durante una huelga, la Guardia Civil mató allí a Francisco Álvarez, presidente de la Asociación de Canteros.

La apertura de la calle de San Vicente de Paúl prolongando la de la Yedra supuso un cambio radical de los viales adyacentes. Uno de los desaparecidos fue la calle de los Graneros, que se abría en forma de L desde la de la Yedra hasta la de Santo Dominguito de Val. En el tramo de esta última entre la de San Vicente de Paúl y el Coso Bajo permanece el antiguo cartel indicador de la calle de los Graneros, en una esquina que le hace parecer, pese a no existir ya, la calle más corta de la ciudad.

Pedro Joaquín Soler fue un pedagogo turolense que da nombre a la calle entre la de San Jorge y el Coso Medio. Allí regentó el colegio de San Pedro Nolasco a finales del XIX, con gran popularidad. La fachada del edificio de 1643 fue derribada en 1987 a raíz del descubrimiento del teatro romano, y la placa que reconocía al ilustre maestro se trasladó al lateral de la iglesia de los jesuitas, con la que sí toparon los demoledores, donde permanece.

Muerte en el callejón del perro en 1911 El Periódico de Aragón

En el actual solar ocupado por el Hotel Zentro, situado en el Coso 86, se alzaba un importante palacio del siglo XVI, del que fue propietario el conde de Aranda dos centurias después. El edificio sufrió los efectos de una mina francesa en 1809, pero se conservan dos columnas de su patio, exhibidas junto a la entrada de los ascensores del hotel, ante los cuales se puede ver bajo el suelo acristalado un fragmento de cloaca romana.

En la esquina de la calle de Don Jaime I con la de Santiago se alzaba la iglesia de Santiago, de origen románico y ya en ruina a finales del XIX. Sobre la construcción actual, de 1914, un relieve con forma de cruz de Santiago incluye la imagen del santo, como recordatorio de la existencia de aquella parroquia, cuya advocación fue trasladada al templo barroco de la actual avenida de César Augusto.

Placa en el colegio de San Pedro Nolasco en 1983 El Periódico de Aragón

Durante los siglos XII y XIII se levantaba, en el solar que ocupa el Pilar, la iglesia románica de Santa María. Tras ser devastada por un incendio, se construyó allí un templo mudéjar, que incorporó el tímpano románico salvado de la quema. El barroco edificio actual, de 1681, incorpora este tímpano en su fachada, con el crismón inserto, y es el único resto románico conservado del templo primitivo.

¿Y qué decir de lo que se nos ocurre llamar Ebrómetro? En el arranque sur del puente de Santiago (1967) se puede ver el medidor que los zaragozanos consultamos para saber la altura de las aguas de nuestro río, sobre todo en época de crecidas. Célebres y documentadas son las de 1397, 1405, 1408, 1643 (que se llevó el puente de Tablas y parte del de Piedra), 1775 (que volvió a arrasar con el de Tablas), 1801 (que lo hizo desaparecer para siempre), 1871 (que llegó hasta la Aljafería y obligó a recrecer los pilares del puente de la Almozara ocho años después), 1906, 1923, 1930, 1932, 1936, 1952, 1961 (que creó el galacho de Juslibol), 1965 (que afectó a las obras del puente de Santiago), 1971 (primera que registró el Ebrómetro), 1992, 2003, 2015, 2021…

Riada del Ebro y puente de Santiago en construcción en 1965 El Periódico de Aragón

Puertas desaparecidas de la muralla imperial; construcciones anexas propias de un pasado medieval; grabados populares sin fecha conocida; placas conmemorativas que vienen y van; puertas que alojaban carros de carga pretecnológicos; callejones con leyendas y crímenes; carteles de calles que ya no existen; bloques actuales que ocultan restos de su pasado; recordatorios de edificios derruidos; reglas graduadas que rememoran catástrofes. Una ciudad es un receptáculo de evocaciones en forma de desapercibidos tañidos de campana que marcan el tiempo y los días de sus habitantes .

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