Infraestructuras

Obras en la avenida Cataluña: «Al final, la cosa es quejarse»

Tras siete meses de trabajos, la paciencia entre los vecinos de la avenida Cataluña empieza a acabarse  Los comercios y hosteleros denuncian las pérdidas en sus negocios

Obras8 Los vecinos de Avenida Cataluña no pueden ir a misa por la zanja frente al monasterio. | JAIME GALINDO

Obras8 Los vecinos de Avenida Cataluña no pueden ir a misa por la zanja frente al monasterio. | JAIME GALINDO / JUDIT MACARRO

Judit Macarro

Judit Macarro

Una zanja recorre la avenida Cataluña de Zaragoza de arriba a bajo. «Hay mucho polvo y ruido», menciona Dominica, madre superiora del Monasterio Carmelitas Descalzas. Las obras siempre son molestas, aunque para ella y sus compañeras «son un mal necesario», como una casa o «un convento, donde siempre hay algo que hacer y mejorar». Asegura que en el convento «todas estamos muy contentas de que una entrada a Zaragoza como la avenida Cataluña por fin va a estar a la altura de la ciudad». Porque hasta ahora «las aceras estaban destrozadas y más de uno se caía», además cree que «la nueva rotonda hará que el tráfico circule mejor». 

La paciencia tiene un límite

Una alegría que mantienen a pesar de que, cuando la excavadora abrió la zanja, «la tapia del monasterio se resquebrajó» y, aún así, «aceptamos que todas las molestias de ahora van a traer algo mejor». Pero esta paciencia no la tienen todos los vecinos de la avenida, puesto que las obras impiden la entrada al convento por la puerta principal, por lo que ahora «usamos la puerta lateral de carga y descarga, aunque hemos tenido que poner una señalización porque la gente no la ve», explica Dominica. Eso es algo que a Juan, que va todos los domingos a misa con su mujer, le cabrea.

En la cafetería Melos, a unos pasos del monasterio, Juan se toma el vino de todos los días junto a sus amigos mientras hablan entre ellos de las obras que se escuchan de fondo en la calle. «Lo que es una vergüenza es que no pueda ni ir a misa», se queja a sus tres compañeros. Pepe, entre risas le contesta: «No seas pesado y deja a las monjas en paz, peor es lo mío que tengo que dar una vuelta que no veas para venir hasta aquí».

Quejas 8 Debate de los amigos sobre las obras en el café Melos. | JAIME GALINDO

Quejas 8 Debate de los amigos sobre las obras en el café Melos. | JAIME GALINDO / JUDIT MACARRO

A pesar de las quejas, los amigos están contentos de que por fin hayan empezado las obras en su barrio «de toda la vida», porque «es algo que llevamos pidiendo desde hace más de 40 años», explica Pepe. Miguel, el más positivo con la situación, asegura que «al final, la cosa es quejarse... que si queremos reformas, que si ahora nos molestan las obras...». Juan, en sus trece, sigue enfadado por no poder pasar el cepillo en misa los domingos e insiste en que «hagan el favor de darse prisa», aunque es consciente de que «estando cuatro gatos trabajando para toda la calle... ¡Ya me dirás tú!».

Fuera del bar, el dueño se echa un cigarro en la puerta. «Esto es una vergüenza», asegura cabreado como Juan. Para él, antes de esta avenida hay otras cosas «que son más urgentes y se están gastando el dinero en esto, que solo molesta». Porque, aunque está claro que todas las obras son un malestar pasajero, a él le está afectando al negocio: «viene menos gente, claro, porque es que no se puede ni pasar».

Pérdida de clientes

A María Pilar le pasa lo mismo. Su pequeña tienda de alimentación, La Hermana, queda justo enfrente de la zanja abierta en la carretera. A parte de la pérdida de los clientes que «no podían entrar a la tienda hasta hace unos días porque los de las obras me dejaron la valla taponando la puerta», también está indignada por «las mentiras que nos dijeron desde el ayuntamiento». María es la presidenta en su comunidad de vecinos, a quienes la noticia de la mejora de la avenida desde el principio les pareció «maravilloso». «Estábamos contentos porque era algo que pedíamos desde hace tiempo», pero, según les informaron, «las obras se iban a hacer por tramos y es mentira, porque han abierto la calle de arriba a abajo y ahora para ir hasta casa tengo que dar una vuelta a toda la obra».

Los trabajos empezaron en diciembre, con mucha ilusión entre los vecinos. Sin embargo, la paciencia con el ruido, el polvo y las molestias en la circulación por la calle han hecho mella en su alegría. Sobre todo cuando, después de siete meses, el resultado final queda aún muy lejos. Por ello, Miguel, sin hacer mucho caso de las quejas de sus amigos, les pide paciencia «tantos años luchando, ahora que ya casi está hay que aguantar un poco».