Venta ambulante

Sin relevo y con pocas ventas: El rastro de Zaragoza funciona a un 78% de su capacidad

Con espacio para 453 puestos, actualmente hay 99 sin dueño por su baja rentabilidad

Los vendedores mantienen su petición de cambiar de ubicación

Carlota Gomar

Carlota Gomar

El rastro de Zaragoza funciona a medio gas y tiene hasta 99 puestos vacíos, sin nadie que los instale cada miércoles y domingo, los dos días en los que el mercado ambulante llena el Parking Sur de La Almozara. Con capacidad para 453 puestos, hay 354 licencias activas, es decir, que está al 78% de su ocupación y nada hace pensar que la situación vaya a cambiar. Solo en el último año han dejado de acudir hasta esta explanada una decena de vendedores. Otra cosa es el rastro de segunda mano, que expone sus enseres en la misma zona. Actualmente hay 233 licencias.

«El problema es el de siempre. Tenemos una enfermedad crónica», asegura el presidente de la Junta de Mercados Ambulantes, Diego Clavería, que vuelve a sacar a relucir uno de los principales males del rastro: la ubicación. «Desde que nos trajeron aquí nada ha sido igual. Dejar La Romareda nos ocasionó muchas pérdidas y luego hemos tenido que vivir las sucesivas crisis, como todos. Y además la pandemia, con más restricciones que los centros comerciales», resume.

Hace años que el mercado ambulante monta en La Almozara. Los mismos que los vendedores llevan añorando los alrededores de La Romareda, a donde les gustaría volver –se fueron en 2006–.

La ubicación

«El tema de cambiar de ubicación siempre está sobre la mesa. Es una petición constante e incluso se barajó la posibilidad de dividirnos en dos zonas (durante el mandato de Zaragoza en Común), pero nunca se ha conseguido. Ahora no es una de nuestras principales luchas», explica Clavería, a sabiendas de que trasladar más de 400 puestos no es nada sencillo por el espacio que se necesita para montar y aparcar las furgonetas. Por no hablar de las plazas de aparcamiento para todos aquellos que se acercan en coche hasta el mercado.

Así que entre sus exigencias destaca la mejora del transporte público. «Estamos a desmano, lejos de todo, mucha gente tiene que coger hasta dos autobuses para llegar hasta aquí. Así es normal que cada vez vengan menos», comenta.

Pocos ingresos

Esto influye, claro está, es sus ventas, de manera que cada vez se vende menos, se ingresa menos y se enfría el interés de sus descendientes por continuar con el negocio. «Los puestos suelen pasar de padres a hijos, es como una tradición, pero si nuestros hijos no ven futuro aquí se ven forzados a buscar otra salida», explica Clavería. «Con los ingresos que tenemos es normal que haya un centenar de puestos sin ocupar», admite.

El representante de los vendedores ambulantes no cree que el cambio en los hábitos de los consumidores, la aparición de tiendas low cost o la venta online sean la causa de la bajada de sus ventas. «En otras ciudades como Sevilla o Alicante funcionan», argumenta. Pero no hace falta irse tan lejos porque en Huesca el negocio funciona, sobre todo ahora que han vuelto al paseo Ramón y Cajal. «En todos los lados el mercadillo tiene éxito menos aquí, por algo será», apunta.

Los impagos

Según fuentes del área de Economía, dirigida por Carlos Gimeno, la reducción de puestos ha sido progresiva y en los últimos 15 años han ido desapareciendo poco a poco hasta llegar al centenar (99). Por un lado, la reducción de las ventas ha llevado a muchos vendedores a renunciar al mercado zaragozano y, por el otro, el ayuntamiento ha retirado licencias por impagos.

En la anterior legislatura, la entonces responsable de Mercado, Carmen Herrarte, inició en 2019 la revisión de pagos y comprobó que había vendedores que llevaban desde 2009 y 2010 sin abonar ni una solo recibo. Tres años después, en 2022, se retiraron 11 licencias, a las que se sumar las siete del año pasado. En un primero momento, desde Mercados se iniciaron los trámites para rescindir la licencia de montaje y venta en el Parking Sur de La Almozara a 16 vendedores. En la lista de impagos llegó a haber una veintena (19) de vendedores que nunca habían cumplido con sus obligaciones fiscales y acumulaban unas deudas que rondaban los 7.000 euros cada uno, incluso había casos en los que alcanzaban los 10.000 euros.

Para evitar el cierre de todos estos puestos, el ayuntamiento alcanzó un acuerdo con la plataforma del rastro y optaron por ofrecer un tiempo prudencial para que los morosos se pusieran al día en las cuentas o se comprometieran a pagar el recibo ordinario de cada mes, más uno de los pendientes.

La mayoría de los afectados llevaban más de cinco años sin montar sus puestos en el rastro de Zaragoza, es decir, que ni pagaban la tasa correspondiente ni hacían uso del espacio, en detrimento de otros interesados.

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