El crecimiento de la capital aragonesa

El barrio de Zaragoza que es una ‘república independiente’ entre pinares

Este barrio zaragozano repleto de historia acoge el pulmón verde la ciudad, el cementerio, la antigua cárcel y uno de los tejidos vecinales con mayor actividad de la capital aragonesa

Escultura del cantero, en la plaza Las Canteras, e inscripción en homenaje al maestro Manuel de Villanueva.

Escultura del cantero, en la plaza Las Canteras, e inscripción en homenaje al maestro Manuel de Villanueva. / Josema Molina

Que un barrio se autoproclame como república independiente ya denota que es un entorno con mucha personalidad. Que en su territorio acoja elementos repletos de simbolismo, como el cementerio o una antigua cárcel, todavía aumenta su impronta. Y si, además, se le añade el pulmón verde de la ciudad –los pinares de Venecia– y un canal cuyo cauce baja cargado de agua y de historia, el resultado solo puede ser Torrero. Este distrito que otea Zaragoza desde uno de los puntos más altos de la capital aragonesa puede presumir también de contar con uno de los tejidos vecinales más activos.

«Torrero es un espacio de memoria histórica, obrero, reivindicativo y luchador», destaca la presidenta de la asociación Montes de Torrero-Venecia, Beatriz de Arriba. Esta representante vecinal no es nativa de la zona ni de Zaragoza, sino que llegó de Valladolid a la ciudad hace ya dos décadas y a su actual barrio, hace ocho años. Sin embargo, su cariño por el entorno es más que palpable. «Torrero me ha cuidado tanto que, al final, quiero cuidarlo yo, que es lo mejor que puedo hacer siendo presidenta de la asociación», afirma sobre un barrio cuyo distrito también engloba los de La Paz, Venecia y San Antonio.

Estos nombres evocan a una historia muy particular, empezando por la del propio Torrero. Acerca de su denominación existen dos versiones; la primera alude al apellido de la familia de los Torrero, cuyo linaje procede de la villa de Luna y que residió en la ciudad desde el siglo XV. La otra opción se refiere a las típicas casas labriegas, llamadas torres, que se encontraban por el camino.

Cuatro siglos después de la llegada de los Torrero, este entorno también cobró protagonismo durante los Sitios de Zaragoza, pues fue lugar de arduas luchas contra el invasor francés. También lo fue una centuria antes, cuando los leales a Felipe V se batieron contra los que apoyaban al pretendiente Habsburgo.

Ahora, y desde 1834, ese monte de Torrero lo ocupa el cementerio de la ciudad, uno de los lugares más conocidos del barrio que no se libró de sufrir los rigores bélicos. Un siglo más tarde de que fuera inaugurado, su tapia fue el lugar donde las tropas franquistas llevaron a cabo fusilamientos masivos. Hoy, y desde el año 2009, un memorial en el camposanto recuerda a las víctimas de la guerra civil y la postguerra.

Volviendo al pasado, conviene recordar también cómo la industria del yeso fue una de las actividades económicas del entorno. De ahí coge su nombre la plaza de las Canteras y la escultura de un cantero que ocupa su centro. En este lugar, por cierto, también se rinde homenaje con una placa al maestro Manuel de Villanueva por su labor en el fomento de la cultura en el barrio.

Una Venecia muy de la ribera

El paso del Canal Imperial de Aragón por Torrero también marca el recorrido. Tanto, que su símil con la ciudad italiana de los canales por antonomasia dan nombre al barrio de Venecia. Su embarcadero y las naves de recreo que surcaban sus aguas aludían así a una zona que también, en los límites de los siglos XIX y XX, fue un espacio disfrutado por la burguesía zaragozana, alejado de los tumultos del centro y rodeado de naturaleza.

Ahora, más de 120 años después, su cauce sigue acogiendo de vez en cuando embarcaciones, aunque con un carácter festivo y reivindicativo. Se trata de la conocida como la Bajada del Canal. Sobre ella, De Arribas recuerda cómo ya ha pasado medio siglo desde que se empezara a realizar y es durante el mes de septiembre cuando las llamativas barcas se echan al agua, entre reivindicaciones centradas en la actualidad. La implementación del Plan Especial del Canal, cuyo fin es mejorar y conservarlo, también está entre las peticiones de los participantes en esta actividad.

El carácter reivindicativo del barrio también tiene encaje en otro de los elementos más icónicos de Torrero: su antigua cárcel. Actualmente, sus muros acogen el Centro Social Okupado Kike Mur, que recuerda con su nombre al insumiso que murió preso en 1997 en el centro penitenciario. Esta prisión se puso en funcionamiento a finales de los años 20 hasta los primeros años del actual milenio.

De Arriba recuerda que en las inmediaciones de esta cárcel se encuentra la conocida como plaza del Laurel. Sobre este espacio, relata que su nombre lo da el gran árbol que ahí se encontraba y que los reclusos podían ver crecer desde la cárcel. «Para nosotros es importante conservar las zonas verdes y que no se pierda el valor histórico de esa plaza», destaca la representante vecinal, que añade que desde su colectivo están preocupados por los planes cuyo objetivo es edificar en el enclave.

No muy lejos de esta prisión vivía hace varias décadas Mariví Sánchez, una antigua vecina del barrio durante su infancia y juventud que recuerda con cariño y nitidez sus vivencias en la zona. Por ejemplo, rememora cómo iba al cine Venecia, en la calle Lasierra Purroy, donde también se encontraban «las casas de los americanos», en alusión de los edificios donde vivían algunos trabajadores de la base militar estadounidense. En esos recuerdos también surge otro cine, el Florida, que pertenecía a la parroquia de San Eugenio, y cómo para bajar a Zaragoza no había autobuses y solo existía hasta los años 60 una línea de tranvía, la de Venecia-Delicias.

Con los años, cuando se mudó a otro barrio de la ciudad, afirma que echaba en falta «la libertad que había» en Torrero y cómo los niños jugaban en los descampados que había en el entorno. Medio siglo después, sus recuerdos parecen coincidir con el punto de vista de la presidenta de la asociación de vecinos.

Un barrio que «engancha»

«Me ha enganchado cómo se vive en este barrio y cómo es la gente, es un lugar con mucha historia», recalca De Arriba. Su colectivo, por cierto, cumplió hace poco medio siglo de existencia y experimentó una renovación de la junta en la que ahora convive la savia nueva que entró entonces con los antiguos miembros. «Hemos hecho una fusión entre la nueva junta y la vieja», explica la presidenta sobre una asociación que sirve de espacio para charlas, presentaciones y muchas más actividades, o que organiza junto con otras entidades, como la asociación cultural El Cantero, citas como la Fiesta del Sol, que ya suma 22 años.

La limpieza del barrio, la creación de refugios climáticos, el cuidado de las zonas verdes o la recuperación de la plaza Ángel Liso son algunas de las reivindicaciones de esta entidad que, ahora, espera «cumplir otros 50 años y muchos más».

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