Aragón fue, hace casi veinte años, pionero en el uso del espionaje como arma política. De hecho, fueron los chapuceros servicios de la agencia Diamond Investigaciones Mercantiles del Juan Manuel Gómez Moreda los que pusieron fin a la tormentosa presidencia de José Marco (1993-1994). Este desalojó del Pignatelli al Ejecutivo PAR-PP mediante una moción de censura apoyada por IU y el tránsfuga Gomáriz veinte meses antes de dejar al PSOE ante el peor resultado de su historia en unas elecciones autonómicas.

Cuando apenas llevaba unos meses en la presidencia de la DGA, Marco y sus colaboradores más cercanos tuvieron la ocurrencia de contratar los servicios de la agencia de Gómez Moreda para escarbar en la vida y los negocios de algunos de los vip de la comunidad. Los había tanto de su partido --el alcalde de Zaragoza, Antonio González Triviño, y el presidente de la DPZ, Pascual Marco-- como de la oposición: su antecesor, Emilio Eiroa (PAR); el líder del PP, Santiago Lanzuela, los exconsejeros aragonesistas José Ángel Biel y Luis Acín o el entonces presidente de las Cortes, José María Mur.

"Fue una chapuza", señala uno de los investigados, que asegura que "yo tengo mi propio informe. Ocupa siete folios y en dos o tres párrafos incluso se permitían hablar bien de mí, de mi conducta".

El documento se lo entregó, explica, el propio Gómez Moreda. "A él y a su ayudante (el fallecido José Gimeno Mariel) los llamábamos Mortadelo y Filemón --explica--. Vino a verme cuando estalló el escándalo".

Provincianos

En el otoño de 1994, con el país crispado por el goteo de escándalos de corrupción, varios de los investigados se enteraron de que habían sido seguidos. Y uno de ellos, González Triviño, renovador y declarado enemigo del guerrista Marco en clave interna socialista, lo denunció en un pleno del ayuntamiento.

El expresidente de la DGA Ramón Tejedor, que relevó en funciones a Marco tras la dimisión de este y al no lograr la candidata del PSOE --Ángela Abós-- apoyos suficientes para hacerlo, recuerda que la denuncia de Triviño y las posteriores investigaciones de EL PERIÓDICO dieron lugar a "dos meses muy convulsos, de mucha presión política y mediática, que terminaron en enero de 1995 con la dimisión de Marco del Gobierno y la renuncia al escaño".

Tejedor, que recuerda "a los espías de aquí como muy provincianos", califica sus siete meses al frente de la DGA como "una etapa difícil". "Lo que intenté fue reconducir la tensión, rehacer el diálogo y preparar la transición", explica. Y colaborar con la Justicia en la investigación, como también haría Lanzuela.

Este fue, de hecho, el primero en llevar el caso al juzgado. "En un pleno de las Cortes --indica--, Marco esgrimió un papel manuscrito y dio a entender que yo estaba metido en un asunto turbio. Le respondí que lo retirara o tendría que dar explicaciones en otro lugar. No lo hizo. Al día siguiente lo denunciaba ante el Tribunal Superior de Justicia". Poco después de eso, recuerda, "yo me enteré de casualidad de que nos estaban vigilando: a mí, a Triviño y a Eiroa, entre otros".

El trabajo

Tras cerrar un pacto las defensas con la Fiscalía, y después de haber devuelto los 14,5 millones de pesetas que la chapuza de los espías le costó a las arcas autonómicas, la Audiencia de Zaragoza condenó a Marco a 15 meses de cárcel por malversación y falsedad e impuso a Gómez Moreda una pena de doce meses de prisión por los mismos delitos. El expresidente ya había sido condenado por el caso del sillón y el espía tenía antecedentes penales por estafa.

La sentencia narra cómo, "pocas fechas después" de acceder a la DGA, Marco encargó a la agencia de Gómez Moreda "que efectuara indagaciones sobre las actividades económicas de personas relacionadas con la vida política y económica de la comunidad" y, al mismo tiempo, "decidió que se realizaran pagos (...) a cargo de fondos públicos con la cobertura de la elaboración ficticia, de unos informes mercantiles sobre empresas" relacionadas con Araval.

Cobertura increíble

La cobertura, sin embargo, mantuvo el nivel de chapuza de toda la trama. La DGA remitió a las Cortes, que tras la denuncia de Triviño iniciaron una investigación, los 31 informes y 12 tasaciones por los que supuestamente cobraba Diamond: contenían errores e incluían hechos posteriores a la fecha de presunta elaboración que figuraba en ellos. Gómez Moreda los confeccionó "de modo precipitado" con datos obtenidos "fundamentalmente" de los archivos de Araval, donde llevaba un tiempo trabajando.

Los espías, aprovechando el puente del Pilar de 1994, efectuaron también un barrido en los teléfonos de varias dependencias del Pignatelli y del piso en el que vivía Marco. Su coste "no hubiese superado la suma de 1.200.000 pesetas", pero Diamond facturó 6.290.500. El precio de los informes fue de 8.280.000.

La historia del chapucero espionaje dio lugar también a una leyenda que niegan tanto Tejedor como Lanzuela y un estrecho colaborador de Marcelino Iglesias: quedó instalado un micrófono en uno de los ascensores que llevan a la zona de Presidencia del Pignatelli.

Veinte años después, Marco ha dejado la política. Estos días espera que la magistrada del Juzgado de lo Penal número 5 de Zaragoza emita la sentencia de un juicio en el que Fiscalía pide seis años de cárcel para él y para su hermano Jesús por dos presuntos fraudes fiscales. Gómez Moreda cerró Diamond para entrar en el mundo del ladrillo en Valencia.