--Hace tan solo un mes que el río Ésera se desbordó y la calma ha vuelto al valle.

--No hay más que echar un vistazo para darse cuenta que la riada es historia y estamos al 100%. Ha habido buena reacción por parte de vecinos, políticos e instituciones. Ha respondido muy bien todo el mundo y, además, desde el primer momento. Prácticamente todo está en perfectas condiciones y los servicios están al 100%.

--¿Cuáles son las previsiones para este verano?

--Nadie sabe lo que va a pasar. Es muy complicado cuantificarlo porque cada año las tendencias cambian más, incluso cada mes. Tenemos absolutamente claro que el turista cada vez reserva más tarde, a última hora y las predicciones son difíciles. Esta es la realidad. La temporada dependerá de lo que pase en agosto. Si repuntamos el vuelo la temporada cumplirá. Nada más, solo cumplirá. Bajo ningún concepto va a ser muy buena, pero hoy por hoy es imposible cuantificar. Habrá que esperar a cerrar el verano...

--¿Qué sería una buena campaña?

--Al valle pueden llegar a venir hasta 300.000 personas. Esto es lo normal, tenemos más o menos los mismo visitantes en temporada de esquí y de verano. De todos modos, la crisis está presente, no hay que olvidarse de eso. Si antes había trabajando cuatro personas detrás de una barra, ahora hay dos. La gente sigue siendo la misma, pero el gasto no. Hay un error común, que es cuantificar las temporadas turísticas en función de la ocupación y no tiene nada que ver.

--¿Cree que afectará la cercanía del desbordamiento en el tiempo?

--Ya lo ha hecho, pero la gente tiene que saber diferenciar lo que es un cauce de un río de un valle. Si la gente es suficiente lista para discernir eso, este año deberían aprovechar. Los primeros 15 días fue lógico el descenso de turistas y a día de hoy todavía se nota. Entonces sí era comprensible porque las carreteras estaban mal, no había agua potable ni un servicio al cliente completo. En esa semana prácticamente se canceló todo y después no hubo reservas nuevas, pero este pequeño bache se ha superado.