Messi juega en el Barça, esa aseveración tan sencilla es la que ha permitido que ese equipo entre en la leyenda en los últimos tiempos porque el 10 decide una cantidad terrible de partidos. El de ayer ante el Zaragoza, también. Si la Pulga hubiera vestido del completo blanco zaragocista, el resultado en el Camp Nou hubiera sido opuesto. El Zaragoza lo hizo todo bien, menos frenar a la estrella argentina. El equipo compitió de forma excelente, quiso discutir el balón a la máquina azulgrana y estuvo siempre en el partido, con empaque, con una presión adelantada y con hechuras del bloque que ha ido moldeando Jiménez y en el que no se notaron los cambios obligados en el once, las entradas de Goni, Pinter, Paredes o Aranda, otra buena noticia que habla de la competitividad.

Para el Zaragoza, de clara crecida en el último mes, la mejor noticia es que acaba el Tourmalet del Bernabéu y el Camp Nou, con lo esperado, con dos derrotas, porque esos dos equipos cuentan con una distancia sideral con el resto fruto de la tremenda desigualad del reparto televisivo. Así está la Liga, más a la escocesa que nunca. El calendario se suaviza para el Zaragoza, que debe aprovechar su buen momento, constatado en el feudo del Barça, donde se sostuvo de pie, donde adelantó la presión para evitar en lo posible que el rival lo acorralara contra su portería y donde arañó en cuanto pudo en ataque.

Hace un año, el Zaragoza de Aguirre fue un títere en este escenario. Anoche fue un adversario digno, que frenó casi todas las virtudes azulgranas. Jiménez, como avisó, mantuvo fidelidad al estilo adquirido, con Víctor junto a un más que interesante Aranda arriba y con un equipo que tiene un camino, una línea, con el balón incluido en ella.

El Zaragoza tuvo presencia (36,95% de posesión), el que más en la Liga de los que han pasado por el coliseo culé, y descaro, ya que remató 13 veces, más que cualquier otro visitante a este feudo. Dos datos muy claros. Pero no tuvo a Messi, que ya pudo marcar en el primer minuto. Su disparo se le fue fuera por muy poco. Con Zuculini desplegando kilómetros, con la seriedad defensiva, comandada por Álvaro, y con Movilla tirando de galones, el Zaragoza no tardó en plantarse bien en el Camp Nou, con Montañés también afilando su banda. Si ya Apoño hubiera aparecido donde y como debe...

Messi y Jordi Alba dibujaron una triangulación perfecta que el argentino la finalizó fusilando a Roberto, al que la Pulga le hace un traje cada vez que lo ve. No se amilanó el Zaragoza. Es lo que tiene contar con una idea tan clara: no hay dudas. Montañés no llegó a un centro de Zuculini pero sí remachó un horroroso despeje de Montoya tras un córner de Víctor. Otro gol de estrategia, un golpe en la mesa que obligó a Messi a volver a escena.