--Usted ha sido una de las voces expertas de Aragón más críticas con las medidas anunciadas por el Gobierno, ¿qué escenario dejan en los servicios sociales estas decisiones de Madrid?

--Un escenario extremadamente catastrófico. Esta semana ya advertíamos de los altísimos riesgos de pobreza y de exclusión, y de la primera se sale con dinero, pero de lo segundo no. Se tardan décadas y puede ser hasta hereditaria. Y es un problema colectivo, porque tiene unos costes tremendos, económicos, de seguridad, productivos y sociales. Y lo que han hecho es dar el empujón hacia eso a las personas que estaban en situación de pobreza, y con tintes de crueldad.

--¿De crueldad?

--Sí, porque se pueden tomar medidas duras pero si lo hacen con la desfachatez del otro día, con comentarios como el de que los parados tienen que buscar más activamente empleo, me parece hasta ofensivo. Y ya no digo los aplausos o diciendo que se jodan... Es cruel.

--¿Y qué consecuencias tiene para la dependencia?

--Han acusado a los cuidadores como si estuvieran haciendo un fraude al Estado. ¿Saben lo que hacen o han tenido chachas cuidándoles, extranjeras como las personas que ahora quieren criminalizar? Fraude hacen las grandes fortunas, no estos trabajadores. Solo buscan chivos expiatorios. Y mientras aplican medidas como los dos años de carencia en la ayuda a la dependencia. Es que no salgo de mi asombro. O son torpes o son crueles, por no decir expresiones de otro tipo. Es como si le dices a alguien que tiene un cáncer a que se pase dentro de dos años, o a una mujer embarazada que venga en 24 meses. En dos años puede saltar dos grados su dependencia. Es decirle que se muera. Y no es la única. Aunque alguien decía estos días que no hay que culpar a nadie por maldad cuando puede ser criticable por su estupidez.

--¿Cuál más?

--Las becas de comedor, por ejemplo. Es que esto es un problema que nos afecta a todos. Lo que pase en Educación acaba repercutiendo en los servicios sociales y en la sanidad, y al revés también.

--Conocen bien la realidad de estos hogares, ¿qué efectos puede acabar teniendo?

--Hace poco decían que el copago suponía uno o dos cafés al día, que no era para tanto. Pero es que son muchos cafés. Por estos pasillos (en la Casa de Amparo) encuentras casos en los que sus cuentas se reducen a dos números, no a miles ni centenares de euros. Te dicen que tienen 50 o 70 euros para pasar el mes. Con una pensión de 600 u 800, pero te cuentan que han tenido que ayudar a su hijo porque lo van a echar de su casa si no lo hace, que le ha mandado una ayudita urgente a la nieta... Ahora empieza a quitarles. Los analistas solo se fijan en sus rentas, pero es que son las familias las que están evitando que se dispare la exclusión en este país. El problema es que son como una lona bajo la que te resguardas de la lluvia y llevan mucho tiempo con este goteo, acumulando agua. Lo peor es que está a punto de romperse y caerá el chaparrón de golpe, el diluvio. Y, o nos ponemos a trabajar, o vamos a ser incapaces de contenerlo.

--¿Y afectará al empleo en centros de servicios sociales?

--Si pasase a 40 horas y los días particulares que van a quitar, es un 10% de más. Ante eso, o se hace un 10% más de actividad o sobra un 10% de la gente. Aquí, nuestra plantilla tampoco la puedo distribuir de otra manera porque tenemos que cubrir tres turnos. Pero el mayor riesgo no está sobre elm personal propio sino que se reduzcan los contratos de sustitución que venimos realizando. Porque lo que se plantea es que se les dé a los empleados menos días de descanso.

--¿Está cambiando el perfil del demandante de ayuda de los servicios sociales?

--En el albergue no, pero en los servicios sociales estamos en la frontera. Llegan casos muy extremos y cuando ya su problema está muy avanzado y es más difícil y costoso ayudarles. Se han triplicado los casos, y lo que viene, porque lo fuerte viene ahora. Esto solo es la precrisis. Son las familias las que están soportando las consecuencias y su fortaleza está empezando a resquebrajarse.

--¿Y no ve soluciones?

--Ante esta situación, hasta los bancos les interesa, porque de la pobreza también pueden hacer negocio. Nos llevan a una sociedad de feudalismo social. Y la gente tiene miedo, y los servicios sociales los están llevando hacia una estética de la beneficiencia que supondrá perder la dignidad. Hace dos siglos fue útil pero ahora es un anacronismo. Porque les llevará a una exclusión que tardaremos muchas décadas en acabar con ello. Y llevamos camino de volver a esto.

--¿Y si los ayuntamientos pierden esta competencia?

--Para la ciudadanía sería una catástrofe. Sé que no soy políticamente correcto, pero esta situación es de emergencia, de crisis ciudadana. Y no imagino este edificio (la Casa de Amparo) cerrado u otros servicios por esta banda de cafres. Es un paso atrás de décadas.

--¿Y qué se puede hacer?

--Sería necesario algo urgente como es trabajar en una política de vivienda más activa y diferente, para evitar caer en el chabolismo, que hizo tanto daño en los años 70 en Zaragoza. Porque la situación puede llegar a ser dramática.