Esta rumana pide ayuda y justicia después de que su hija haya quedado en silla de ruedas tras una intervención. Además no puede trabajar porque no puede dejar sola a su hija en una casa alquilada pero sin adaptar.

Mi hija tiene 17 años, pero ya nunca volverá a caminar. La operaron de una escoliosis y salió en silla de ruedas. Estamos destrozadas. Es una niña. La vida nos ha cambiado por completo y me siento sin fuerzas para seguir adelante. Ni siquiera puedo trabajar porque no la puedo dejar sola en casa, porque le tengo que ayudar a todo". Agneta, una rumana de 51 años, llora sin que la vea su hija Anka, que está en su habitación. No quiere que la vea derrotada, pero así vive desde aquel 24 de mayo del 2006.

Anka tenía 16 años y durante un año había llevado un corsé para enderezar su columna, con una curvatura de 68 grados, por una escoliosis idiopática. Las costillas ya le oprimían los pulmones y los doctores del hospital Clínico recomendaron operar. "Nos advirtieron que era una intervención de alto riesgo, pero Anka estaba animada. Cuando salió del quirófano, a las 15.20 horas, mi hija decía que le pesaban mucho las piernas. Los médicos se reunieron y decidieron volver a operarla para eliminarle un coágulo de sangre de la parte lumbar de la columna. Y a las 17.30 volvieron a entrar al quirófano".

Después llegaron días de UCI y seis semanas en el Clínico hasta que la trasladaron al Centro Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde permaneció casi seis meses. A final de año llegó a Zaragoza, al piso sin ascensor que tenían alquilado, lo que obligó a Agneta a buscar una casa de planta baja en Miralbueno, en la calle Las Acacias, por la que paga 700 euros. Aquella operación les ha roto y les ha obligado a rehacer la vida. No solo eso. Anka tuvo que volver a Toledo el pasado septiembre donde volvió a ser operada de una nueva curvatura en la espalda. "Los hierros que le habían colocado en la columna en Zaragoza se los quitaron y en enero se los volverán a fijar mejor. Así que otra vez a operar". Agneta se vuelve a emocionar y exclama: "Se nos derrumbó el cielo encima porque además ella sufre mucho".

Agneta pidió a un abogado que presentara una denuncia ante el Departamento de Salud. "Estoy convencida de que hubo un error", dice. Por el momento, la DGA asegura que no ha recibido ninguna queja al respecto. "Es posible. Creo que el abogado me engañó. Ahora he contactado con otro, sobre todo, para evitar que se repitan casos así".

Desde los Servicios Sociales del barrio de Miralbueno le intentan ayudar. "Está en lista de espera para un piso en el Toc, Toc. Hemos solicitado el IAI, y le hemos puesto en contacto con Disminuidos Físicos de Aragón para la rehabilitación. Pero claro ella debe hacer frente a muchos gastos, como el alquiler, por una casa que no está adaptada y en la que hay mucha humedad, y la cría no puede valerse por sí misma, que podría hacerlo si la vivienda tuviera condiciones y la madre podría ir a trabajar unas horas. En fin es buena gente, pero con muy mala suerte", reconocen.

Y es que Agneta, de 51 años, ha sido siempre el timón de la familia. Hace siete años dejó su Rumanía natal y a sus seis hijos para buscar trabajo y sacarlos adelante. Su marido, en enero del 2000, se había marchado a Israel a trabajar pero no dio señales de vida. "Nos abandonó. Esperé hasta el verano para ver qué ocurría y al final dejé a mis hijos con su abuela y sus tías y vine a Zaragoza, donde he trabajado en casas como interna. Poco a poco conseguí traer a mis hijos, salvo el mayor que vive en Estados Unidos. Ahora todos están en Zaragoza, son mayores, trabajan y han creado su familia. Anka es la pequeña y vive conmigo".

Anka acaba de venir de rehabilitación de Disminuidos Físicos de Aragón, donde una fisioterapeuta, Begoña, explica la terrible situación de esta chica, que además se encuentra sumida en una profunda tristeza. "Es un cielo, pero no acaba de asumir lo que le ha ocurrido. Y no quiere que nadie la vea en silla de ruedas, ni quiere salir. Además necesitaría volver a mantener contacto con sus compañeros de clase, porque ella estaba estudiando tercero de Secundaria en el Instituto Félix de Azara y la verdad es que que le vendría muy bien volver a estudiar o que al menos la visitaran". Y añade: "No sé exactamente lo que pasó, pero no es normal que te operen de escoliosis y que salgas en silla de ruedas", concluye.