Dice el delegado del Gobierno que las carreteras no producen los accidentes, que es culpa de los conductores. Y no le falta razón, aunque sólo en parte. Porque este mismo estudio ya no reconoce como peligrosa la autovía de Logroño, tras la liberalización de la AP-68, ni los primeros kilómetros de la A-23, con la construcción de la rontonda de la MAZ. Por algo será. Y si es así hay que aplicarse en las mejoras para restar víctimas a la crónica negra. *Periodista