Qué fue de Pedro Sánchez? De Jorge Sanz, cuyo titular de serie parafraseo, supimos que ha seguido actuando en teatro y en películas como La reina de España, casi siempre en clave cómica, a menudo desternillante, pero Sánchez, desde que lo castiga el share televisivo, ya no hace reír ni llorar, sino todo lo contrario.

Pasa un poco con Sánchez como con todos estos recientes líderes de aluvión, como Rosa Díez, como Alberto Garzón, que prometían mucho en sus primeras pelis y de pronto, de buenas a primeras, de crisis a congresos se quedaron sin público.

Sánchez todavía tiene una clá, y hasta va haciendo una gira perimetral por los pueblos y ciudades de España, pero Pedro el guapo ya no es aquel astro que firmaba alianzas con otros partidos para aspirar a la presidencia de Gobierno, que se entrevistaba con líderes extranjeros, que nos proponía un modelo de país.

Su papel, sin ser todavía secundario, ha cedido protagonismo para compatirlo con otro galán, Patxi López, menos sexy, pero correoso como un boxeador fajado en cien combates, con el vómer roto pero lleno de argucias, experto en el cuerpo a cuerpo y todavía con mandíbula de piedra. Patxi el vasco ha ganado el primer asalto con un gancho por sorpresa que ha dado con Pedro en la lona, y viendo, además, como el árbitro del combate, Javier Fernández, inicia la cuenta para ver si se recupera o arroja la toalla.

Sánchez necesita unos minutos en el rincón, con agua milagrosa y masaje, pero no creo que vaya a ser precisamente Susana Díaz quien le reconforte y anime a seguir peleando.

Mientras los dos candidatos comienzan a intercambiar golpes ella observa el cuadrilátero desde la primera fila del público, resguardándose de los salpicones de sangre con el abanico de matar el tiempo mientras llega el suyo, la hora de su advenimiento, y es proclamada campeona sin apenas abrocharse los guantes ni despeinarse.

Otros piden que detengan la lucha, la sangría del partido, y que ofrezcan el cinturón de oro a Javier Fernández por su limpieza deportiva y capacidad para fintar sin recibir un solo rasguño de los contendientes. Pero todo hace indicar que habrá pelea, espectáculo, y que el combate a dos o a tres se dirimirá a los puntos, al término de los quince asaltos, tras otra eternidad de golpes, caídas y errores.