Ikram Benhaddi, la madre que fue detenida en diciembre del 2014 en Zaragoza por acabar con la vida de dos de sus bebés, se enfrenta nada menos que a 55 años de prisión. La Fiscalía solicita la pena máxima por el delito de asesinato --20 años-- por cada una de las niñas muertas y una tentativa del mismo delito --15 años-- por la que está viva. La Policía consideró que también pudo intentarlo con ella, aunque no pudo.

El ministerio público asevera en su escrito, al que tuvo acceso EL PERIÓDICO, que esta mujer de origen marroquí logró su propósito obstruyendo de forma "deliberada" las vías de respiración de sus hijas de corta edad, produciendo en las menores Sara y Marwa un estado similar a la asfixia, siendo asistidas hasta en once ocasiones en centros médicos.

En todos los episodios presentaban "estados de acidosis metabólica no justificados con ninguna patología o elemento hereditario que afectara a las niñas". Esta situación solía remitir de forma rápida en la mayor parte de las ocasiones, sin secuelas, con una simple oxigenación. Añade el fiscal instructor un detalle: se recuperaban "siempre que eran separadas de su madre".

Esta acusación se basa en los informes del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), a partir de la autopsia de una de las menores, que contaba con tres meses cuando falleció. Los forenses resaltaron que Marwa murió de un shock asfíctico debido a una asfixia mecánica por sofocación. Una situación que comparan con el fallecimiento de Sara, la primera bebé. Aunque no pudieron practicarle la autopsia al llevar tres años muerta, según sus expedientes clínicos ambas sufrieron lo mismo.

Unos informes que no comparte el abogado de la madre, Pedro Pascual Langa, quien pide la libre absolución de esta mujer al considerar que no es autora de dichos delitos. El juicio por este caso podría celebrarse a finales de este año, después de que la Audiencia Provincial de Zaragoza valore las pruebas presentadas por las partes.

RITO BEREBER En el transfondo de estas muertes estaría un rito bereber, según la investigación realizada por el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional. Al parecer, la familia hablaba de que un Djinn (genio) vivía en la casa y que había que evitar que entrase en las niñas. Por ello, les cerraban los labios constantemente, lo que provocó un debilitamiento de sus pulmones.

Una mediadora intercultural les propuso que sonasen durante 24 horas las suras del Corán y que el libro sagrado presidiera la habitación de las niñas. Y es que este pueblo se distingue por ser supersticioso, a diferencia de otros que profesan el Islam.