En 1996, cinco hombres conformaron la lista de sospechosos de la Guardia Civil en el asesinato, decapitación y posterior quema del cadáver de Eduardo Montori, alias Falconetti, ocurrido en Ejea. Todos, incluido el hoy acusado Pablo Miguel Canales, fueron descartados porque sus huellas palmares no coincidieron con la mano ensangrentada que apareció impresa en una pared de la escena del crimen. Veinte años más tarde y a punto de prescribir el caso, la digitalización de esta prueba permitió al Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil poder analizarla con detalle y certificar que esa mancha de sangre pertenece a la mano izquierda de Canales.

Quien decidió desempolvar el caso y aplicar nuevas técnicas fue el que fuera jefe de la Policía Judicial de la Benemérita en Ejea. Lo hizo, tal y como señaló ayer en la Audiencia de Zaragoza, después de que Canales amenazara a varios miembros de la Policía Local de este municipio, con que les iba «a cortar la cabeza como hizo a Montori». No era la primera vez que el encausado intimidaba de esa manera, si bien en esta ocasión había un nuevo detalle: alardeó, al parecer, que ya quedaba poco tiempo para que se descubieran todos los detalles del crimen. Es por ello que este agente pidió la colaboración del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) para volver a estudiar las fotografías que en su día tomaron en la escena del crimen. Allí se custodiaba el material.

De todas, se centraron en la imagen de una mano ensangrentada que estaba impresa en la pared. Estaba en modo analógico, pero decidieron digitalizarla y mandarla al laboratorio que la Guardia Civil tiene en Madrid. Tras compararlas con las muestras que se tomaron a los cinco sospechosos, los especialistas observaron que correspondía con la de Canales. «Hay 12 puntos característicos de su mano que coinciden», señaló una de las agentes encargadas de su estudio, quien mantuvo que es de Canales «sin ningún género de dudas».

También validaron dicha prueba los forenses Dolores Ramón y Salvador Baena. Estos doctores descartaron que esa huella fuera «de alguien que pasaba por ahí», ya que la hipótesis es que estaba manipulando el cadáver, perdió el equilibrio y se apoyó en la pared, manchándola.

Estos especialistas destacaron que Eduardo Montori tuvo una defensa «mínima» y que sufrió un «ataque máximo, sorpresivo y rápido». Fue apuñalado en 17 ocasiones, degollado y, antes de ser calcinado, le arrancaron la cabeza. La víctima fue atacada en la cama y bajo los efectos del alcohol. Un crimen que fue calificado por el abogado del hijo del fallecido, Javier Notivoli, como una «matacía». «Canales estuvo allí, le cortó la cabeza y se la llevó porque eso es un signo de ajuste de cuentas en el mundo del tráfico de drogas en el que se movía», recalcó. Es por ello que el penalista zaragozano pidió que se le impongan 20 años de prisión. Por su parte, el fiscal José Luis Hedo decidió elevar de 18 a 23 por «la alevosía con la que actuó». Mientras, Javier Elía defendió la inocencia. Hoy decidirá el jurado.