Antonio Piazuelo era un joven de 30 años que llevaba ya varios en la clandestinidad del PSOE. Como él mismo recuerda, «pasé en tres meses de reunirme a escondidas con cinco o seis compañeros en la Fuente de la Junquera a hablar ante 15.000 personas en la plaza de toros. No es un tópico decir que te tiemblan las piernas». Piazuelo también recuerda «la exultante alegría e ilusión de la gente, pero aprendí cuando me jaleaban que no lo hacían a mí, sino al PSOE. La gente votaba con memoria histórica, y lamento que hoy se haya perdido ese cariño entre política y sociedad. Algo hemos hecho mal». No obstante, este veterano político aragonés afirma que «no desea» una campaña más como aquella, porque considera que es bueno «el aburrimiento democrático», y también considera que seguimos viviendo en una transición «inacabada», porque se hizo «una buena transición política pero quizás fracasó en lo social». En este caso pone como paradigma la corrupción política, «una de las herencias del franquismo contra la que no hemos sido capaces de acabar».

Piazuelo tiene claro que los políticos de aquella generación tenían claro que «lo primero era lo público, luego el país, después el partido y lo último, tú. Temo que ahora es justo al revés, y de ahí gran parte del desencanto que viven muchos ciudadanos, a los que no les falta la razón».