Pierde su parrilla, pero solamente en el nombre, para convertirse en restaurante Albarracín, nombre más cercano a la realidad del actual proyecto. Pues lo que nació como restaurante típico y regional, es hoy un establecimiento moderno en continúa adaptación a los gustos del consumidor. De ahí esta reforma que se suma a la de su vecino y complementario +Albarracín. Pero Maite Barra y Juan José Banqueri, los propietarios y a la par, sumiller y cocinero, no han querido olvidar sus orígenes, por lo que el amplio comedor inferior sigue manteniendo parte de su tipismo serrano y turolense, bien que adaptado a las exigencias actuales, incluido el elevador para discapacitados.

La piedra negra de Calatorao, la madera de diferentes variedades de olivo, la stipa y el romero, así como las obras de Lorena Domingo que aportan luminosidad consiguen diferenciar claramente el espacio de planta calle y el reservado, más íntimos y distendidos. Que encuentran una cierta continuidad gracias al yeso que recuerda al rojo de Albarracín en el amplio comedor San Jorge, más clásico, así como la madera de roble, las fotografías de la localidad y la cerámica.

Entre las novedades culinarias de esta etapa, además de la divertida vajilla Duralex, se encuentra su concepto de carta, más allá de los ya bregados menús semanales -10, 15 y 20 euros- y de temporada -30 euros-, que presta servicio durante todo el día, por lo que no resulta difícil encontrarse cenando a un extranjero a las siete, mientras los locales disfrutan de una caña y una tapa.

La nueva carta, que viene dividida en tres apartados, está diseñada para compartir en la mesa, sin configurar la secuencia habitual, sino optando en sus diferentes posibilidades y con medias raciones en la mayoría de los casos. Hábilmente, la más amplia es Saborea Aragón -tienen muchos clientes foráneos-, con unas Migas siglo XXI versión 2.0 inolvidables, gracias a la melosidad que aporta la tocineta ibérica, que hace difícil la elección de las Borrajas con arroz, almejas y almendra tostada, probablemente las mejores que hayamos probado tras las de su creador, Miguel Ángel Revuelto. De ahí la necesidad de esas medias raciones. Pero también Ternasco de Aragón, en forma de paletilla asada, como ventresca confitada o elaborados al modo de bomboncitos de manitas con setas.

El apartado Mercado en el plato se centra en platos de temporada, desde la merluza frita en taquitos hasta el solomillo de buey, pasando por el mejor tomate existente en cada momento o las verduras de temporada en fritada. Y pensando en los de casa, la cocina se va De vuelta por el mundo, con propuestas como el guacamole, los tacos mexicanos, chipirones thai, el genial Marmitaki de atún o el afrancesado magret de pato elaborado al estilo oriental.

Todo ello a partir de una cocina que desde la tradición y el producto moderniza sabores y contrastes, busca complicidades no estridentes en otras culturas, mantiene unos precisos puntos de cocción y respeta los valores primigenios de la mejor materia prima.

La carta de vinos, itinerante y cambiante, conforma un ajustado resumen de los vinos y zonas aragonesas, con la obligada representación de otros caldos españoles, a unos precios razonables. Dos buenas sangrías -de vino y de cava-, amén de una Michelada de cerveza completan la oferta.

El nuevo Albarracín supera con nota elevada su complicada renovación, ejemplo de la buena restauración contemporánea.

Albarracín y + Albarracín. Pl. del Carmen, 1-2-3. Zaragoza. 976 158 100. www.parrillaalbarracin.com / info@parrillaalbarracin.com. Horario: de 13 a 16 y de 20 a 23.30 horas. Admite tarjetas y reservas. Menú del día, de lunes a viernes: 15 y 20 euros, incluida bebida. Menú de temporada: 30 euros, incluida bebida. Precio medio a la carta: 25 euros. Buen acceso para discapacitados.