Ante la presteza con la que las instituciones implicadas, fundamentalmente Gobierno de Aragón y Confederación Hidrográfica del Ebro, han respondido a las solicitudes de alcaldes y agricultores ribereños, surgen nuevas voces advirtiendo de los inútiles --y contraproducentes-- efectos que conllevaría limpiar el cauce del Ebro. O, al menos, limpiarlo en los términos en los que se está planteando.

En un debate que no es nuevo y que se reproduce con más o menos vehemencia cada vez que el río crece, el último en pronunciarse ha sido Alfredo Ollero, doctor y profesor titular de Geografía Física de la Universidad de Zaragoza, además de vocal del Centro Ibérico de Restauración Fluvial. "Lo que hay que hacer es devolver espacio al río, que es el que mejor se limpia", asegura Ollero, para quien la supuesta limpieza que políticamente se promete a los afectados supone solo un "placebo".

El académico, que participó en la estrategia nacional de restauración de ríos del Ministerio de Medio Ambiente entre el 2007 y el 2009, considera que dragar el Ebro y arrancar la vegetación de su cauce, es "inútil" y un "despilfarro". Ollero afirma que "en el siguiente episodio de aguas altas o de crecidas, el río volverá a acumular materiales en las mismas zonas que hayan sido limpiadas". Como otros colegas y miembros de la comunidad ecologista, el profesor de la Universidad de Zaragoza alerta sobre "los rápidos, implacables y contraproducentes efectos secundarios" de estas limpiezas, sobre todo en forma de erosión, descenso del freático o descalzamiento de puentes, escolleras u otras estructuras.

Para Ollero, lo ideal es "crear zonas inundables, echando las defensas para atrás, salvo en el caso, claro, de las que protegen los núcleos de población". "Eso no significa --matiza-- que no se tenga que cultivar en esos terrenos, pero los agricultores sabrían que se iba a inundar más veces". Pone los ejemplos de países como Alemania o incluso algunos tramos del Ebro a su paso por Navarra, y aboga por que, cuando se produzcan inundaciones, la administración "indemnice a los afectados", lo que, en cualquier caso, resultaría mucho más barato que los dragados.

Entre tanto, la organización Ecodes ha reclamado que se articule "un proceso de debate, serio y riguroso, que pueda poner en valor los efectos positivos de las riadas y a minimizar las consecuencias más negativas". Su directora de Proyección Externa, Cristina Monge, plantea que, "con el liderazgo de la administración, pueblos ribereños, agricultores, movimiento ecologista, y también técnicos y científicos busquen soluciones caso por caso". Algunos significados activistas ya han contactado, de hecho, con representantes de las partes, tratando de reactivar ese debate que pide Ecodes.

Tanto Alfredo Ollero como Cristina Monge piden, además, que se recupere el Plan Ambiental del Ebro, que el departamento de Medio Ambiente del anterior Gobierno elaboró con escasa fortuna, pues nunca se puso en marcha. La semana pasada, el exconsejero Alfredo Boné también apeló a su vigencia.