La pista de los dos atracadores que anteayer asaltaron una armería en Huesca, dejando a su dueño herido de bala (está fuera de peligro), se pierde en Candasnos. Concretamente en un descampado junto a una rotonda de la carretera A-2214, donde abandonaron el coche en el que huyeron, medio oculto por unos matojos. La rotonda está a un kilómetro de la localidad, por lo que, a priori, o les fueron a buscar o robaron otro vehículo para continuar el viaje, presumiblemente por la N-II, hacia Barcelona o Zaragoza; a la Policía Nacional, al cierre de esta edición, no le constaban denuncias de sustracción de vehículos en la zona.

El coche, un Fiat Punto rojo, era propiedad de una zaragozana de 37 años, que como publicó Heraldo fue secuestrada a punta de pistola por los dos hombres horas antes del atraco, en un aparcamiento junto al Centro Deportivo Municipal La Granja, cuando iba al gimnasio. La dejaron libre, maniatada, en el polígono La Cartuja, y continuaron viaje a Huesca para atracar la armería Guara. Pero su dueño, Rubén Cáncer, les plantó cara --a costa de un tiro en las piernas-- y huyeron, tras disparar cinco veces.

AUXILIO La joven, con las manos atadas a la espalda con sus propios cordones de las zapatillas, amordazada con calcetines y con la cabeza tapada, pudo atravesar un descampado y pedir ayuda a unos hombres en el polígono La Cartuja.

Al lugar se acercaron para atenderla algunas trabajadoras de la empresa contigua, Jahisil. Una de ellas, Zuleyca Falcón, que llamó al 112, explicaba que la joven estaba "magullada y muy nerviosa". Tanto que la Policía tuvo que esperar a interrogarla ayer, algo más calmada tras la terrible experiencia.

En el momento de ser auxiliada explicó que dos hombres la habían abordado, pistola en mano --presumiblemente la misma que usaron en Huesca, un arma corta de 9 milímetros--, y tras atarla la habían metido en su coche. Según fuentes policiales, en el maletero.

La zaragozana describía a los hombres como algo "más mayores" que ella, de corta estatura y con "acento vasco". Afirmó que le dijeron que iban a cometer "un atentado", y le quitaron la cartera y la documentación, amenazándola con que tenían sus datos.

Pese a la descripción, fuentes policiales afirmaban ayer que está "totalmente descartado" que el atraco fallido en Huesca sea un acto terrorista. Es de lo poco descartado, al parecer, ya que todas las hipótesis están abiertas. La más obvia es la del atraco, frustrado por la valentía del armero. Pero tampoco está descartado algún tipo de ajuste de cuentas.

No es descabellado pensarlo, porque parece raro que si querían atracar una armería se dirigieran precisamente a esa de Huesca, habiendo más en Zaragoza, y siendo más fácil pasar desapercibido tras la fuga en la capital. Parece que tenían claro el objetivo, dado el poco tiempo que pasó desde la liberación de la retenida, cerca de las 20.00 horas (técnicamente no es un secuestro, ya que en estos se pide recompensa), a su llegada a Huesca.

Allí, sobre las 20.30 horas, cuando Rubén Cáncer estaba cerrando la armería, llegaron los atracadores, encapuchados. Uno de ellos se bajó y se dirigió a la tienda, y según explicó su padre anteayer, este fue a su encuentro. El asaltante disparó hasta cinco veces (según los casquillos que halló la Policía), y uno de los tiros hirió al armero. Entonces el pistolero volvió al coche y se dio a la fuga con su compañero, que esperaba en el vehículo.

La Policía afirmó tajantemente ayer que no se llegaron a llevar ningún arma del comercio, aunque se revisará.