El pozo artesiano de Cella, uno de los más grandes de Europa, está seco, lo que resulta preocupante. El estado del manantial refleja la gravedad de la sequía que atenaza al valle del Jiloca este año. «No mana nada de agua», asegura Joaquín Clemente, alcalde de la localidad, que recuerda que no se vivía una situación semejante «desde 1984», hace 33 años.

El problema es que apenas ha llovido desde enero, si bien «las tormentas de verano han contribuido a aliviar la falta de agua en algunos municipios al permitir que brote hierba en los pastos que utiliza la ganadería extensiva», según explica Roberto Sanz, secretario provincial de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) en Teruel.

De momento, el consumo humano no se ha resentido, apunta el alcalde de Cella, pero podría verse afectado si octubre y noviembre, los meses más húmedos en la zona, no dejan las esperadas lluvias.

El suministro para las viviendas e industrias de la localidad no sale del pozo artesiano, del que habitualmente manan tres metros cúbicos por segundo que van a engrosar los regadíos de varios municipios cercanos.

Ahora, la prolongada sequía permite ver el fondo de la fuente de Cella, donde se aprecia el muro de contención que se levantó en el siglo XVIII. «Se trata de una imagen que no es nada habitual», subraya Clemente.

MAL TEMPERO

Como tampoco es frecuente que los agricultores del valle del Jiloca estén labrando este otoño «en seco», como señala un técnico de UAGA en Calamocha. «Los tractores no usan vertederas ni rulos porque no lo permite el estado de la tierra», añade.

Generalmente, los labradores esperan a que el tempero de la corteza de los campos sea el adecuado, a lo que ayuda mucho que llueva. Pero este año pasan los días sin que aparezcan nubes en el horizonte.

«Ya llevamos dos o tres años malos», indica el mismo técnico del sindicato agrario. «Y la campaña pasada la cosecha de cereal fue paupérrima en muchos pueblos», añade.

La especialidad del valle del Jiloca es el cereal. Se cultiva trigo, cebada, centeno y triticale, un híbrido de las dos primeras variedades. Comparativamente, el maíz y el girasol ocupan mucha menos superficie.

CAUDAL SUBTERRÁNEO

La larga duración de la sequía ha producido además un progresivo vaciamiento de los pozos de los que se extrae el agua para el riego. «En algunos el nivel ha bajado 40 metros», apunta Roberto Sanz.

En la cuenca del Jiloca abunda el agua subterránea, que es profusamente utilizada en las labores agrícolas. Pero tras muchos meses sin lluvias hasta estas corrientes del subsuelo han disminuido de forma notable. «Lo bueno que tienen las tormentas es que, cada vez que llueve con fuerza, sube la reserva de agua subterránea y eso ayuda a capear la sequía», afirma Sanz.

El ejemplo más reciente estuvo el pasado 23 de septiembre, cuando cayó una tromba de granizo y agua en la ciudad de Teruel y su entorno que dejó unos 40 litros de agua por metro cuadrado.

Ese aguacero, que causó importantes daños en edificios y naves industriales, tuvo como contrapartida que alivió la aridez en algunos municipios.

Sin embargo, el incremento de la humedad solo fue perceptible en el río Turia, en Teruel ciudad y en su entorno inmediato, pues en Cella tan solo se registraron cuatro litros por metro cuadrado.