Dani Ascaso tiene 44 años, pero tiene la misma cara de niño que cuando se paseaba junto a sus padres por el Pirineo y la Sierra de Guara. Media barba, cara curtida por la nieve, rostro afilado, camisa de cuadros verdes, encandiló a los apasionados del alpinismo por su simpatía y humildad en la Semana de la Montaña que se celebró en Ibercaja y que organiza Montañeros de Aragón de Zaragoza.

El alpinista de Peña Guara ha dado pocas conferencias en la capital aragonesa. El pasado miércoles fue una gran oportunidad. Presentó una película de media hora. Se titulaba Érase una vez en la Patagonia. Fue una aventura que realizó en el año 2005 junto a Santi Padrós, su gran compañero de cordada y los franceses Lise Billon y Jerome Sullivan. El gran objetivo era una montaña de una altura modesta. Es el Cerro Torre, un colmillo helado de 3.133 metros de altura.

Era la quinta vez que Ascaso viajaba a la Patagonia. En en todas las ocasiones tuvo que echarse para atrás en la conquista de estos temibles dientes del diablo. Nunca ha podido culminar el Cerro Torre por su cara oeste. Pero estos fracasos no se han convertido para el oscense en una obsesión. «Si me muero y no lo subo, no pasa nada. La ilusión me empujará a volver algún día. Me gustaría echar una meada en el hongo que está en la cima. Pero para volver me tiene que dar el punto de motivación. Irme mañana no me apetece. No tengo fecha y necesito que pase el tiempo», explica Ascaso.

Pese a su juventud, su currículum es de los mejores de España en la escalada de grandes paredes. Ha estado en la Patagonia, la isla de Baffin, Pakistán, Perú, Bolivia, las Montañas Rocosas, Marruecos, los Alpes y los Pirineos. Sigue teniendo grandes objetivos, aunque sin pensar en un proyecto en concreto. «Lo mío no es la gran altura. Prefiero picos sin descubrir de no más de 6.000 metros en el Nepal o el Tíbet. También tengo pendiente Alaska y viajaré dentro de poco a Estados Unidos. Después de 30 años quiero aprender por fin a escalar en fisuras», explica.

En tres décadas ha visto fallecer a grandes amigos con los que escaló grandes paredes. Es el caso de Pepe Chaverri, Lorenzo Ortiz, Iñaki Cabo y Óscar Pérez. «Sigo aquí porque soy más miedoso que ellos y me expongo menos. También influye la suerte», reconoce el escalador de Peña Guara, que tiene un gran recuerdo de Óscar Pérez. «Lo echo mucho de menos. Era gente de la montaña. Gente fácil, sencilla y normal. Venía de una tierra dura como el Pirineo», confiesa. Y de los escaladores vivos se queda con Miguel Madoz. «Con el zaragozano escalo en la sierra y el Pirineo», explica el oscense.

Con todo este bagaje ha aprendido a relativizar en la vida. «Nada es importante en esta vida. Ni uno mismo. Yo soy un granito de arena y el día que cierre los ojos se acordarán de mí los míos y ya está. Lo que no quiero es irme sin haber intentado cosas que me apetecían y estar toda la vida currando pendiente de cosas que no me han llenado», filosofa.

Ascaso es, a partes iguales, tan educado como tímido. Elige la soledad al bullicio y prefiere pasar desapercibido a ser el titular constante de los medios de comunicación. «Soy muy malo vendiéndome. Sé muy bien dónde estoy y cuál es mi escalón. Eso no creo que sea humildad», afirma.

Ahora vive en el Pirineo francés, en la localidad de Arudi, al pie del Col d’Aubisque. «Llevo desde noviembre en este pueblo. Vivo solo en un piso alquilado. Aquí tengo el colchón y la nevera con algunas cervezas. En Arudi encuentro el equilibrio. Porque vivo en la montaña y vivo de la montaña. Cuando tengo hueco estoy con Aila, mi peque», explica. Ahora trabaja para el Gobierno Vasco en la formación de guías profesionales de montaña.

Ascaso es un montañero de la vieja escuela. No le gusta la competición, ni las rivalidades. «Mi estilo no tiene nada que ver con el de Ueli Steck. Lo conocí en la Patagonia en el 2003 y el suizo era un alpinista que vivía de la competición». Y como remate critica a las nuevas generaciones. «Para la escalada de aventura hay que tener una capacidad muy alta de sufrimiento y gestionar tus miedos. Y las nuevas generaciones viven en la comodidad».