Antonio Lafón lleva casi medio siglo vinculado al refugio de La Renclusa, que este año cumple el centenario desde que se construyó. Desde su Fochanina natal, un pequeño núcleo del valle de Castanesa dedicado a la ganadería, Lafón conoció el refugio oscense cuando tenía 15 años. Cuatro años más tarde recogió el testigo de su padre y es desde entonces el guarda del conocido refugio ubicado en la vertiente norte del macizo del Aneto-Maladeta.

Han pasado 42 años y sigue con las mismas ganas de un chaval. "Espero que me queden muchos años trabajando en La Renclusa. Acabo de cumplir 61 años, pero cuando pueda, me retiraré. Mi hijo David trabaja de guarda conmigo e intentaremos llevar la misma línea cuando me retire", afirma.

El veterano guarda del refugio ya ha visto la exposición del centenario de La Renclusa que está ubicada en el Palacio de los Condes de la Ribagorza de Benasque. "Siempre se podría pedir más de la exposición, pero tampoco hay capacidad para exponer tantas fotos. Para mí una de las más espectaculares es la de las grietas en el glaciar de la Maladeta", dice Lafón. La muestra reúne más de 130 imágenes, la mayor parte históricas, procedentes de los archivos del Centre Excursionista de Catalunya (CEC), la Fototeca de Huesca, la Fundación de Huesca, la Fundación Hospital de Benasque, la territorial, Prames y Osole Visual.

Los orígenes

La construcción de La Renclusa fue iniciativa del Centre Excursionista de Catalunya y hoy comparte la gestión con la Federación Aragonesa de Montañismo. El primer refugio guardado se construyó entre 1912 y 1916 gracias al pireneísta Julio Soler i Santaló. Su muerte prematura le impidió ver terminadas las obras del refugio. Estaba previsto que se inaugurara en julio de 1916, pero el fallecimiento del guía benasqués José Sayó, amigo de Soler, que fue alcanzado por un rayo en el Paso de Mahoma del Aneto, provocó la anulación de los actos. Su viuda y su yerno Antonio Abadías se hicieron cargo de la explotación del refugio. Con motivo de 75 aniversario el Centro Excursionista de Catalunya restauró el edificio. Su titularidad catalana en territorio aragonés planteaba dificultades para la financiación de sus actuaciones. Por fin, el CEC y la territorial formaron en 1991 el Consejo de la Renclusa.

Tras Antonio Abadías se hizo cargo del refugio Antonio Garié, de Cerler. Era el tío de Antonio Lafón. "Recuerdo que en la parte baja del edificio estaban las habitaciones y en la superior se ponía paja para que pudieran dormir los montañeros cuando el edificio estaba completo. Me escapaba por la montaña y le hacía rabiar un poco a Garié. Con el tiempo se bajó al Hotel Avenida de Benasque y yo me puse a trabajar en el edificio con 15 años junto a mi padre". Desde entonces han pasado 42 años.

Mucho han cambiado las cosas desde que Antonio Lafón se puso a trabajar en La Renclusa. "Cuando empecé todavía se tiraba la basura en un agujero. Bajarla era difícil porque eran tres horas de carga con los animales hasta el Plan de Baños. El cristal se bajaba y las latas se reciclaban y se pudrían. Pero con el plástico llegó el problema y pedimos que los montañeros se bajaran su propia basura. Es una guerra que duró bastante tiempo".

En el siglo pasado acudían al refugio más montañeros vascos y catalanes que aragoneses y franceses. Siempre se tuvo el objetivo prioritario de ascender al Aneto, el techo del Pirineo con 3.404 metros. "La gente venía más mentalizada que ahora porque el Aneto no es un juego. Hay un glaciar y hay que tenerle un respeto. Las botas eran lo que se usaba y los montañeros iban más equipados. Ahora se utilizan bastante las zapatillas".

Nada tiene que ver La Renclusa desde que terminó su remodelación a cargo de Prames en el año 2006. "Ahora el edificio tiene 93 plazas y sus instalaciones son perfectas. Es como un albergue y se está muy cómodo. Las habitaciones tienen cuarto de baño y calefacción", afirma Lafón. El edificio ya ha llegado a la modernidad y es un punto de referencia importante en la Ultra Trail del Aneto Posets que disputan 3.000 atletas repartidos en cinco carreras.