El primer zaragocista en presentarse ayer en Madrid fue Rubén Gracia, Cani. Lo hizo el domingo por la noche desde Sevilla, en el AVE, y pernoctó en el mismo hotel que los jugadores del Valencia citados para la convivencia de ayer de la selección española, entre ellos su gran amigo David Villa, quien asumió encantado el papel de cicerone del aragonés. La expectación mediática a las puertas del hotel Meliá Barajas la hora previa a la llegada de los 30 citados por Luis Aragonés para esa jornada era alta y numerosa pero rutinaria, salvo para los cazadores de autógrafos. Uno de los primeros en aparecer fue Raúl, quien salió de un Audi musculoso y de cristales tintados sin cruzar palabra con casi nadie. Luego aterrizó Fernando Torres, quien levantó más suspiros que pasiones. Se fueron sucediendo los jugadores en un goteo progresivo, la mayoría más comunicativos que el delantero del Real Madrid, dejándose querer por una legión de reporteros y la inagotable patrulla de los fotógrafos. Unos flashes, unas cuantas preguntas y para adentro. Los novatos como Gavilán captaron algo más de atención...

JUNTO A DAVID VILLA Y en eso vino Cani justo al mediodía, con Villa a su lado. Una camiseta blanca de Lev´is, un pantalón vaquero y unas zapatillas. Entró hasta el hall solo y sin ruido, con la apariencia de un chico que quería hospedarse. Hasta que se detuvo a saludar a un periodista. En ese instante la prensa disparó todos sus resortes y El Niño quedó atrapado en un enjambre de cámaras, grabadoras, teléfonos portátiles y micrófonos que le convirtieron en la gran estrella de la mañana, en el número uno de los 30. Su primer contacto con la selección y su condición de finalista de la Copa del Rey --el único, puesto que no acudió Iván de la Peña-- lo elevaron por encima de cualquiera de los convocados por Luis Aragonés incluido Joaquín, quien para pasar desapercibido no se quitó de encima unas discretas gafas de ojo de mosca que le ocupaban tres cuartos de cara y que le hacían irreconocible para la televisión de Ucrania y hasta para sus familiares.

Cani atendió a todo el mundo, respondió a todas las preguntas viniesen suaves o con bala, también a las que se le hicieron en directo desde algunos emisoras que en esos instantes tenían activados los programas de deportes. Parecía que terminaba la sesión y de repente otro grupo se avalanzaba sobre él sin que perdiera el tono pausado, la discreción, el porte de un auténtico veterano. Por fin cogía la dirección del ascensor y algunos rezagados le solicitaron el número de teléfono, sus impresiones, las que ya había repetido mil veces y volvió a repetir con el mismo interés y simpatía que la primera vez. Muy suelto, por naturales, amable y comprensivo. En total fueron más de 40 minutos consecutivos de charla con los medios, un tiempo récord en referencia al resto de sus compañeros de convivencia, más famosos pero menos atractivos que él. Parecía que no existiera nadie más.

Cani está de moda, igual que el equipo que capitanea, el Real Zaragoza, que mañana tiene otro encuentro histórico con la Copa. Su debut en los ejercicios espirituales organizados por Luis Aragonés y la final del miércoles fueron los temas de conversación. "Estoy muy ilusionado con la llamada de Luis, pero todavía no se me puede considerar internacional", razonó el mediapunta, que sabe que, por el momento, es un invitado de la afombra roja. Quiere estar en el Mundial alemán aunque sabe de la dificultad de esa empresa. "Llevo mucho tiempo así, esperando, y para mí no supondría chasco alguno no estar, sin dejar de intentarlo mientras haya posibilidades, por supuesto", dijo.

Una de sus últimas opciones para reivindicarse en la lista de mundialistas en un feroz y corto esprint final hacia sus sueños es el partido contra el Espanyol, y Cani lo sabe: "Puede que de lo que haga en la final dependa en gran parte mi continuidad en la selección, en realidad mi primera llamada oficial para jugar". Al no acudir a la convivencia De la Peña, Cani fue el único embajador de los finalistas. "De la Peña no ha venido", le comentaron. "Pero Cani sí", respondió con ironía y firmeza. Rotundo sin herir. Muy correcto y taurino.

¿La selección o la Copa? Aquí tampoco le cogieron. "La selección colma las aspiraciones de todo futbolista y es un orgullo ponerse sólo el chándal, pero por ahora, la Copa, por inmediatez y por que es el club al que pertenezco, ocupa mis preferencias. Cada cosa a su tiempo". Le recordaron que está en el candelero, que otros equipos le guiñan el ojo y no faltó la referencia a las negociaciones sobre su renovación. "A mí me gustaría seguir toda mi vida en el Zaragoza", si bien admitió que esa fidelidad depende de muchos factores y que, ahora, "no está fácil. Quiero que se me valore como merezco, nada más".

Los responsables de la selección española fueron a rescatarle y se llevaron del brazo a estrella de la mañana camino del ascensor. Convivió con Luis y los chicos hasta las cinco de la tarde y luego se fue al hotel del Real Zaragoza para preparar un partido de verdad, una final de Copa que, quién sabe, podría catapultarle hacia Alemania. "Ha sido un sueño. Es increíble estar con jugadores de esta dimensión. Ahora, sin embargo, ya sólo pienso en la final", afirmó Cani.