Le quitó con estorbo Postiga el 3-2 y la posibilidad de incordiar al Barça hasta el último minuto, la opción sobre todo de poder gritar el gol ante el mundo. No lo hizo, pero estuvo siempre cerca, apretando en la salida del balón del rival, atormentando de frente o de espaldas a los centrales campeones del mundo. Hubo una acción en la que desafió a Puyol, fue arrastrando el balón, esperando su momento. El defensa desandó, con miedo, y Aranda se le fue de exterior entrando en el área. Al capitán azulgrana no le quedó otra que ver en el córner su salvación. Lo hizo. Pero pese a haber despejado el balón, se levantó con gesto preocupado porque sabía que había perdido esa batalla, que detrás vendrían otras iguales. Al rato, Puyol sería sustituido, otra vez enfadado. Mientras tanto, el zaragocismo reconocía en el malagueño al delantero que quiere.

Tiene descaro, buen manejo de balón, ayuda en la salida del equipo, se desmarca, va bien por alto, no es nada lento. Así es Carlos Aranda. Lo tiene todo... cuando quiere. Peculiar, inconfundible, raro, es menos jugador cuando le traiciona su cabeza, con esas obsesiones que le han perseguido desde que se le reconoce futbolista.

Ayer creyó, fiel a ese espíritu indómito que le ha acompañado a lo largo de su carrera, para lo bueno y para lo malo. Le encanta el fútbol y tiene talento natural, pero no ha sido precisamente un futbolista de disciplina marcial. Muchas veces su capacidad le ha acercado al balón; otras tantas, o casi tantas, ha sido su carácter el que lo ha alejado del juego . No hay que olvidar que llegó hace menos de un año a Zaragoza procedente del Levante cuando, entregado a su destino, estaba próximo a convertirse en exfutbolista, como poco cerca de pasar a un rango inferior. Y que no hace mucho afirmó --aunque luego reculó-- que si no tenía más minutos, pensaría en marcharse.

El malagueño, por fas o por nefas, va encontrando su espacio, aunque sea a ratos como el día de la Copa en el que se inventó un golazo. La aparición de Víctor cerca de Postiga le ha robado un lugar que, antes o después, hubiese sido para él. Quizá aún pueda serlo. No hay nada más ahí arriba. Desde luego, ni Wílchez ni Babovic, cada vez un paso más lejos del nivel del equipo. Así que por la espalda no le llega el peligro. Si acaso en el mercado de invierno. Siempre dijo Jiménez que no le haría feos a otro delantero. Pero con Víctor rindiendo a primer nivel y Aranda de vuelta al fútbol (bienvenido, otra vez), ¿por qué no pensar que el delantero que faltaba es precisamente él?