--¿Por qué se ha embarcado en esta aventura?

--He sido muy crítico con el funcionamiento del comité en los últimos años porque creo que no se ha hecho nada para relanzar el sector. Aragón fue pionera en la agricultura ecológica, pero el entendimiento de la anterior junta con el anterior gobierno era nulo por enfrentamientos personales. Pretendo que este comité deje de ser un problema político y económico como hasta ahora y vuelva a ser un modelo.

--Aunque su nombramiento se hizo oficial el pasado verano, desde el 2012 es presidente en funciones. ¿En qué se ha empezado a notar el cambio?

--Hace un año y medio se creó una mesa de trabajo con productores y transformadores para recuperar variedades autóctonas que den la máxima calidad. También vamos a empezar a trabajar con otras empresas de certificación privada para poder vender en más países. Y queremos incidir en la formación técnica. Es importante empezar desde la base porque los políticos no conocen el sector. Gente a nivel técnico que crea en este sistema de producción es lo que necesita Aragón para lanzar la agricultura ecológica.

--Alimentos con más sabor y propiedades organolépticas, menor impacto en el medio ambiente... ¿Qué más aporta la agricultura ecológica?

--Al reducir los insumos hay que hacer más labores manuales, por lo que se crea empleo. Diez héctareas dan trabajo a 18 personas durante 20 días, mientras que en el sistema convencional podría hacerlo un solo agricultor con su tractor. Generamos riqueza y economía local. También somos captadores de CO2. La agricultura ecológica es positiva para todo el mundo, pero somos un sector aún pequeño, débil, en fase de crecimiento, y no tenemos apoyo de la administración, gobierne quien gobierne, porque no tenemos ideología.

--¿Y de qué se nutre el CAAE?

--De las tasas por registro y control que pagan sus 685 socios. Anualmente se ingresan unos 600.000 euros, pero el 80% se destina a pagar los salarios de sus once trabajadores. No podemos sobrevivir solamente de las tasas de los operadores, y dadas las circunstancias no las podemos subir. De hecho, queremos ajustar la tasa de renovación anual por hectárea inscrita, ya que el pequeño agricultor se ve agraviado.

--¿Entonces?

--El problema es que tenemos un organismo sobredimensionado en personal. Me gusta llegar a buenos entendimientos, pero estoy seguro de que las medidas que vamos a tomar no van a gustar. Hay cuatro técnicos que se patean los campos para hacer las inspecciones, mientras que seis personas se dedican al tema administrativo. A lo mejor hay que hacer un ajuste temporal de empleo, incorporar más personal al departamento técnico y reorganizar el área administrativo reduciendo burocracia. El objetivo es que el comité sea viable.

--A estas dificultades se suma una deuda de 182.000 euros porque la anterior junta decidió quedarse ese dinero de ayudas en lugar de repartirlo entre los operadores. ¿Cómo la van a pagar?

--La consejería de Agricultura está dispuesta a darnos el plazo suficiente para que no nos asfixiemos económicamente. Pero si hoy no vamos a tener dinero para pagar las nóminas del 2015, no estamos en disposición de devolver ni un duro, ni lo vamos a hacer mientras yo sea presidente. Es un problema que deberían haber resuelto la anterior junta y el anterior gobierno.

--Y usted, ¿cuándo comenzó en este sector?

--Mi abuelo y mi padre han sido agricultores en Épila. En 1996, cuando yo tenía 22 años, nos planteamos cambiar del sistema convencional al ecológico porque en casa siempre se había utilizado la fertilización orgánica para el viñedo. Creíamos en esa filosofía y queríamos buscar una calidad diferenciada. Empezamos como paso intermedio con un sistema de producción integrada en el manzano, lo que me llevó a conocer las plagas y cómo controlarlas. Así, de seis tratamientos al año, logramos reducirlos un 60%.

--¿Cómo lo recuerda?

--Los primeros años fueron muy duros, no teníamos los conocimientos que tenemos ahora sobre manejo de suelos y enfermedades, y el acceso a los productos para tratamientos era más limitado, no eran tan eficaces y estaban menos extendidos. Para tener la calificación de la tierra tienen que pasar tres años, por reglamento europeo. El primero es el año cero; el segundo es el de reconversión; y el tercero ya se obtiene producción con el certificado ecológico. Nuestra primera cosecha completa fue en el 2001. Tenemos 70 hectáreas de cereal y 32 de frutales: tres variedades de manzana, melocotón durante toda la campaña, nectarina, albaricoque, pera e higo.

--¿Qué peso tiene Aragón?

--El 3% de la agricultura nacional es ecológica, y Aragón supone el 3% del total. Por eso pedimos lo mismo en ayudas. Andalucía, por ejemplo, tiene una Dirección General de Agricultura Ecológica, mientras que en la DGA solo hay un técnico que trabaja por este sector. En La Rioja hay seis personas, cuando tiene menos peso en volumen. La apuesta en Aragón no tiene nada que ver, deja mucho que desear.

--¿Cuánto se exporta?

--Somos el principal país productor de agricultura ecológica de Europa pero estamos a la cola en consumo. Sin embargo, las ventas están creciendo a un 100% cada año. Aunque ahora se exporta un 80% de los alimentos básicos, como pasta, fruta y hortalizas, con este ritmo a medio plazo espero que toda la producción ecológica se quede aquí. España es un mercado emergente a pesar de la crisis. El consumidor se preocupa cada día más por su alimentación y su salud, y valora el menor impacto ambiental.

--¿Cuánta rentabilidad pierde una explotación ecológica por no emplear químicos?

--Todo parte del manejo del suelo, de cómo tratamos la tierra. Es un ser vivo. Al principio, cuando un campo convencional se transforma a ecológico, el rendimiento baja porque ha estado recibiendo pesticidas y fungicidas que afectan a la fauna y la microbiología del suelo. Es una tierra inerte. Pero, cuando se empieza con el compost, en un plazo de 5 o 6 años los niveles de producción son similares. Cuantos más años lleva el cultivo, menos exige. La rentabilidad depende de la capacidad, a nivel técnico y profesional, de cada productor.

--¿Cómo se controla la contaminación con el sistema convencional?

--El reglamento exige que haya una distancia entre las parcelas convencionales y las ecológicas. Nosotros tenemos tierra yerma y ecológica cerca, y está protegida con cortavientos. Pero cuando no se puede, la producción de las primeras filas que limitan con la otra van al mercado convencional.