-¿Qué le aporta a una institución aragonesa de enseñanza como el Grupo San Valero la experiencia adquirida en la República Dominicana?

-Cada año se organizan unos campamentos en los que los alumnos aragoneses tienen la oportunidad de venir a la República Dominicana. Cuando regresan, vuelven a España con otra visión, tras conocer una realidad tan distinta a la que están acostumbrados, y empiezan a valorar más lo que tienen. Y viceversa. También hay alumnos dominicanos que vienen a Aragón y, al conocer esta realidad, aspiran a más.

-Pero, además de educación, la fundación también presta atención sanitaria.

-Así es. Son servicios abiertos a la comunidad. Tenemos dos dispensarios médicos atendidos por doctores y que disponen de laboratorio para análisis clínicos, además de farmacia popular. En la República Dominicana no existe una seguridad social pública como en España. Nuestro modelo es más parecido al estadounidense y, aunque una persona tenga seguro, debe pagar una parte de la atención. Además, no tienen todo cubierto. Pero nuestros dispensarios trabajan con otra visión.

-¿Es la sanitaria su única vía de atención a la comunidad?

-La fundación no solo se abre a la población a través de la asistencia sanitaria, sino también a través de la prestación de servicios sociales. En este sentido, ofrecemos varias cosas. Trabajamos tanto el área de becas como la de ayudas puntuales para alimentación, vestimenta, calzado, salud, atención psicológica y orientación. Asimismo, existen otro tipo de ayudas para situaciones de emergencia en caso de terremotos o ciclones, tanto en República Dominicana como en Haití.

-Aunque la principal misión de la Fundación Dominicana San Valero, al igual que su matriz española, es la educación. ¿Qué es lo que ofrecen?

-En el área de la educación trabajamos bachilleratos técnicos, y también cursos de formación continua similares a los que organiza el Instituto Aragonés de Empleo (Inaem) en Aragón. En el Instituto Técnico Superior impartimos grados universitarios, que son carreras técnicas de dos años. Y además ofrecemos alfabetización para adultos. Todas estas enseñanzas se desarrollan en tres centros, dos de los cuales se ubican en Guarícano, un barrio marginal de Santo Domingo, y otro que está en la zona colonial, que sería como el casco viejo de la capital dominicana.

-¿Qué supone para los jóvenes de esos barrios la oportunidad que se les brinda?

-No es difícil encontrarse por Santo Domingo a un joven que haya pasado por nuestras aulas, y muchos te cuentan que esa experiencia les ha cambiado la vida. Hemos visto a alumnos salir de pandillas o maras, que traficaban y consumían drogas, y que después de haber cursado un oficio técnico tienen un buen trabajo, y ellos siempre te lo agradecen.

-Uno de los grandes éxitos de Fundosva es su elevado índice de inserción laboral de los alumnos. ¿Cómo de alto es?

-El 88% de nuestros alumnos están colocados en el área que han estudiado. Esto se debe a que las empresas valoran mucho la formación que damos, tanto a nivel técnico como a nivel humano, y prácticamente nos quitan a los estudiantes antes de terminar el curso.

-¿Por qué valoran tanto su formación?

-Porque transmitimos una serie de valores, entre los que destacan la responsabilidad y la honestidad, que es lo que buscan los empresarios. Y también valoran la calidad de la formación. Somos el primer centro de la república que obtuvo el certificado ISO 9001. Y, al ser los pioneros, hemos servido de referencia para otras instituciones del país. Somos un ejemplo, ya que muchas de las leyes educativas de nuestro país nos están tomando como modelo.

Y respecto a la cooperación también lo somos. Ahora precisamente estamos elaborando un estudio sobre el impacto de 20 años de ayuda aragonesa en la República Dominicana a través de nuestra fundación. Cada euro invertido se traduce en 4,8 euros de retorno para la sociedad. Y otro de los logros es el elevado número de mujeres que están trabajando en oficios técnicos que tradicionalmente quedaban restringidos para los hombres, como electricidad, electrónica o mantenimiento industrial. El 46% de la cooperación que hemos recibido en estos años ha venido del Gobierno de Aragón.

-O sea, que los aragoneses pueden tener la tranquilidad de que la parte de sus impuestos que se destina a cooperación internacional es un dinero bien invertido.

-Así es. Precisamente, el pasado viernes estuvimos reunidos con la consejera María Victoria Broto, que nos manifestó su satisfacción no solo porque el proyecto haya funcionado, sino por su continuidad. Muchas veces se hacen acciones puntuales y luego se dejan morir. Pero esta ha durado 20 años, y tenemos la perspectiva de seguir recibiendo todo el apoyo del Gobierno de Aragón y de la Fundación San Valero para que continúe muchos años más.