-¿Quiénes estuvieron detrás del nacimiento del Comité de Solidaridad Internacionalista de Zaragoza?

-Se constituyó como una plataforma unitaria de un montón de partidos, sindicatos y organizaciones sociales.

-¿Cuál era el nexo común?

La solidaridad.

-¿Y el ser de izquierdas?

-También. Estaban el Partido Comunista, la Liga Comunista, Comisiones Obreras, grupos cristianos de base, asociaciones vecinales… Pero siempre evitamos ligarnos a ninguna organización en concreto, primando el trabajo unitario, incluso generando nuevas plataformas para asuntos concretos, como ocurrió con el tema de Chiapas.

-El comité nacía hace justo 40 años, pero con otro nombre.

-Sí, nacimos como Comité de Solidaridad con Nicaragua de Zaragoza. Sabíamos que hacía mucho tiempo, pero ni tan siquiera éramos conscientes de que hacía ya 40 años. Nos dimos cuenta al revisar la documentación que nos pidió José Manuel Ágreda, que ahora está realizando su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza. Tirando de hemeroteca, fue él quien fijó la fecha de cuándo empezamos a funcionar.

-¿Por qué nació en ese momento y por qué precisamente con Nicaragua?

-En ese momento se estaba gestando en aquel país la insurrección por la que el pueblo se había levantado en armas contra la dictadura de Somoza, y buscaba la solidaridad internacional. En Zaragoza había una importante colonia de estudiantes nicaragüenses, entre ellos Carlos Mejía Godoy, el de los de Palacagüina. Y de ese grupo surgió la iniciativa de hacer algo en solidaridad con lo que estaba pasando en Nicaragua.

-¿Cómo se materializó aquella primera oleada de solidaridad?

-Lo curioso es que, aunque han pasado 40 años y la gente que ha ido pasando por el comité ha ido cambiando, nuestra forma de trabajo y de funcionamiento ha seguido siendo la misma a lo largo del tiempo. Lo primero que se hizo fue un concierto solidario y una campaña de comunicación de lo que estaba ocurriendo allí. Las primeras brigadas que se desplazaron pusieron en marcha una campaña de alfabetización en cuanto el movimiento sandinista tomó el Gobierno, en 1979. Entonces, Nicaragua era un país con unas tasas de analfabetismo tremendas.

-¿Qué supusieron para su generación los sucesos de Nicaragua de hace 40 años?

-Nicaragua supuso para todo el mundo un despertar del internacionalismo y de la solidaridad, además de una manera muy unitaria. Allí confluyeron tanto partidos tradicionales como movimientos sociales, sindicatos, grupos cristianos… Y en ese bullir se constituyó también lo que sería la solidaridad con El Salvador y Guatemala, que fueron nuestros siguientes pasos. En 1991 decidimos cambiar nuestro nombre al de Comité de Solidaridad Internacionalista, porque nuestro campo de trabajo se amplió.

-¿Cuál ha sido la misión del comité en estos 40 años?

-Siempre hemos querido ser un puente entre la sociedad civil organizada de aquí y la de los demás países, porque siempre trabajamos con alguna organización local que nos recibe. En aquellos primeros años, gran parte del trabajo consistía en traer información para tener noticias directas de lo que ocurría en otros países, pues entonces no era tan fácil como ahora conseguirla. Y más adelante empezamos a traer gente desde aquellos lugares para que fueran ellos mismos quienes contasen lo que estaba sucediendo en su tierra. Y, de paso, si se podía conseguir alguna ayuda material, nos encargábamos de hacer campañas para recogerla y después de enviarla.

-A lo largo de estos años, ¿también han ejecutado proyectos de cooperación al desarrollo?

-Sí, hemos hecho muchos, pero nunca ha sido nuestra labor fundamental. Siempre ha pesado más la sensibilización y nuestra tarea como lobi ante las instituciones. De hecho, desde que se creó, ocupamos una vocalía del Consejo Aragonés de Cooperación al Desarrollo, pero más como elemento político de denuncia y de apoyo a los movimientos de otros países que como ejecutores de proyectos.

-Y esa labor de incidencia política, ¿ha tenido algo que ver con que Nicaragua sea hoy el principal país perceptor de la cooperación descentralizada aragonesa?

-Algo de culpa debemos de tener… pero no por acciones que hayamos ejecutado directamente nosotros en Nicaragua. Nuestros proyectos de mayor envergadura financiera se han ejecutado en países como Colombia, Brasil o El Salvador. Pero sí que hemos fomentado la intensa relación que hoy existe entre la sociedad nicaragüense y la aragonesa, y estuvimos presentes en el nacimiento del Hermanamiento León-Zaragoza. Sí que nos sentimos responsables de que los territorios palestinos o el Sáhara hayan sido prioritarios para la cooperación aragonesa, o del trabajo que se realizado en la Colombia postconflicto.

-¿Siempre trabajan con voluntarios?

-Preferimos llamarlo militancia. El voluntariado parece que vaya a mesa puesta, a ejecutar lo que otros han planeado. Aquí hacemos lo que decidimos entre todos.

-En estos 40 años, ¿qué momento recuerda con mayor satisfacción?

-Guardo un recuerdo muy especial de una charla que dimos, junto a una compañera del MSC, en Laspuña (Sobrarbe, Huesca). Conseguimos tener la sala llena a rebosar, con más de cien personas, que ni cabían. Había venido gente de Boltaña, de Aínsa y hasta de Francia. Pero lo mejor de estos años ha sido la gente tan interesante que hemos ido conociendo, que ha venido hasta aquí para darnos unos testimonios que impresionan.

-¿Y qué espinita le ha quedado clavada?

-El resultado del referéndum sobre la OTAN fue el mayor sentimiento de derrota. Pero seguiremos de derrota en derrota hasta la victoria final. Aunque, sin duda, lo peor de estos años de militancia es que han asesinado a demasiada gente conocida. Una de ellas fue la activista medioambiental Berta Cáceres, que estuvo alguna vez con nosotros. Y las situaciones tan crueles que hemos ido conociendo y que nunca entiendes cómo pueden pasar esas cosas, algunas tan enquistadas como el conflicto entre Israel y Palestina.