Llegó el invierno a Europa. Una ola de frío está provocando el sufrimiento, la congelación de miembros, el brote de enfermedades (e incluso, en algún caso, la muerte) de miles de personas. Son los 75.000 migrantes y refugiados atascados en Grecia, Serbia y otros países vecinos en tiendas de plástico o en la calle. Tras el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía y el cierre de fronteras entre países europeos en el 2016, estas personas se han quedado bloqueadas en estos países en situación de absoluta precariedad.

La llegada del frío ha provocado una emergencia humanitaria que los medios de comunicación han transmitido estos días con imágenes de una gran dureza. ¿Es esto inevitable? Cuesta creer que nuestra Europa próspera no pueda compartir una pequeñita parte de bienestar (manta, techo, botas) con seres humanos que viven entre nosotros. Ante todo, da igual su origen o estatus administrativo; son personas y, por ello, portadores de Derechos Humanos.

La Unión Europea dice que ha dado dinero para acondicionar los campamentos a organizaciones humanitarias y que ahora la responsabilidad sobre estas personas es de Grecia y Serbia. Pues algo ha fallado. Evidentemente, serán necesarios más fondos, más capacidad logística y mejor gestión. Es insoportable que personas que conviven entre nosotros se mueran de frío.

La responsabilidad sobre los refugiados es una tarea colectiva de Europa. No podemos ni debemos cargar con esta responsabilidad a Grecia o Serbia que, por su ubicación geográfica, es donde se concentran ahora estas personas. La Unión Europea tiene mecanismos establecidos para actuar colectivamente en operaciones de emergencia humanitaria.

Solo pedimos ayuda humanitaria europea. La indignación de ver a refugiados a la intemperie se acentúa si tenemos en cuenta que la mayoría de ellos se encuentran en Grecia y que los estados de la Unión Europea acordaron hace más de un año distribuirlos uniformemente entre los distintos países -las famosas cuotas de reubicación-. Un año después, solo una ínfima parte han sido trasladados a nuestros países. La mayoría permanecen en Grecia a la espera de su traslado. Pues bien, si Europa no quiere traerlos a nuestros países, tendremos al menos que acudir ahora en su ayuda.

430 entidades han dirigido la semana pasada un escrito al Gobierno español y a la Comisión Europea pidiendo urgentemente una operación europea eficaz de ayuda humanitaria para atender a los refugiados en Grecia y los Balcanes. Son entidades muy heterogéneas, lo que muestra que no hacen su petición desde posicionamientos políticos sino humanitarios. Su gesto ha dejado ver que hay una sociedad civil viva, activa y comprometida que pide a sus dirigentes que se atengan a los valores humanitarios proclamados en nuestras constituciones y declaraciones internacionales. No podemos permitir que mueran de frío.