Me acuerdo con satisfacción de cuando Zaragoza era la ciudad de referencia en cuanto al transporte urbano. Sus autobuses rojos eran la envidia de otras ciudades: grandes, limpios, silenciosos, con buenas frecuencias y baratos. Hoy es evidente que esta imagen no existe porque gran parte de la flota de autobuses urbanos está para el desguace. Cualquier gran ciudad española tiene autobuses urbanos mejores y presta mejor servicio. Hace poco estuve en Barcelona y daba gusto coger el autobús: se deslizan por la ciudad condal como si fueras en tu propio coche (una buena suspensión), son nuevos y están limpios, y por último son silenciosos (se puede mantener una conversación sin gritar) y con frecuencias razonables para una ciudad de ese tamaño. Estamos hablando de calidad y excelencia en la movilidad urbana: un concepto que no se puede descuidar.

Ahora que la ciudad tiene una nueva empresa concesionaria debe saber que los usuarios merecen subirse a un autobús en condiciones y no ser transportados como si fueran un rebaño en coches destartalados (el 42 y el 39 son insufribles). Hay autobuses que cuando frenan producen semejante escandalera que parecen llevar dentro una vaca atormentada mugiendo. Carecen de amortiguadores y no tienen suspensión alguna, lo que provoca verdaderas mordidas en el asfalto cada vez que encuentran un pequeño bache (algo demasiado habitual en las calles de Zaragoza), con los consiguientes botes continuos de los usuarios y sus resentidas columnas vertebrales. En los autobuses urbanos de la ciudad es imposible hablar en un tono correcto porque el ruido ambiental de los desvencijados vehículos ensordece cualquier conversación o estropea el silencio ciudadano. Y, por último, están sucios. Conclusión: no es cierto lo que dice la nueva adjudicataria de que "todos los vehículos cumplen la normativa en todo momento al ser revisados por el equipo de mantenimiento antes de volver a rodar por la ciudad". Claro que si entienden por mantenimiento el mandar a un coche con un técnico cuando el autobús se queda parado, muerto, en medio de la calle, pues entonces sí hay un mantenimiento de última emergencia, lo ponen de nuevo en funcionamiento y a rodar hasta la siguiente avería.

Tiene razón la plantilla de trabajadores al quejarse y hacer público el mal estado de los vehículos de la flota y acusar a la empresa de hacer "la vista gorda" hasta que se caigan a trozos. Y el Ayuntamiento de Zaragoza debe ya exigir a los mexicanos que cumplan el pliego de condiciones y retiren los autobuses que son un peligro para la salud y la paciencia de los usuarios. Si el bus supera con creces el número de usuarios del tranvía no se entiende tanta dejadez en una flota que fue modélica y ahora es en muchos casos lamentable. Los conductores llevan hojas de reclamaciones y podemos pedirlas para denunciar el mal estado de los buses. La plantilla lo agradecerá.

Periodista y escritora