Hace unas semanas mostré a Edward Rutherfurd, el nuevo Premio de Honor de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza los arcos polilobulados de La Aljafería, y el escritor inglés quedó deslumbrado por su belleza. Respecto a su destino, para un británico cuyos museos albergan frisos del Partenón o momias de Egipto, el conflicto de la propiedad patrimonial no es nuevo y lo entendió perfectamente.

El caso es que los arcos, procedentes del Museo Arqueológico Nacional (MAN), siguen en La Aljafería, a dónde llegaron en 2008, cedidos temporalmente con ocasión de la Exposición Internacional. A su término, cuando el Arqueológico los reclamó, las Cortes Aragonesas, con matices partidistas y claramente sugestionadas, aunque en sentido contrario, por el expolio de la Generalitat contra los bienes de La Franja, se negaron a restituirlos en base a una interpretación de la Ley del Patrimonio Histórico Español favorable a la permanencia de los restos en su lugar de origen. José Ángel Biel, presidente por entonces de la Cámara autonómica, hizo una cerrada defensa y las maravillosas arquerías del palacio de Al--Muqtadir, siglo XI, siguen en casa.

Ayer estuve en Madrid, en el nuevo Museo Arqueológico Nacional (yo, la verdad, prefería el añejo, con ese sabor a arqueología antigua, sin tanto vídeo ni esquema), y como si llevara una cámara oculta pregunté al funcionario de la sala de arte musulmán:

--¿Sabe dónde se exhiben los arcos de La Aljafería? Recuerdo bien su lugar en el viejo museo, pero aquí no los veo...

--¿Ha mirado en el gótico?

--Es que son musulmanes...

--Lo siento. No puedo ayudarle.

Fui preguntando, uno a uno, a todos los vigilantes de sala, en Información, en tienda, pero ninguno sabía dónde estaban los arcos de La Aljafería porque ninguno sabía qué era La Aljafería, ni parecían saber, tampoco, que entre 1968 (fecha de su donación al Arqueológico por parte de una Comisión Provincial de Cultura de la época franquista) y 2008 los arcos polilobulados y mixtilíneos que deslumbraron en el palacio de Saraqusta estuvieron en Madrid, en el MAN, junto a la Dama de Elche o el tesoro de los visigodos. Finalmente, una señora aragonesa que me estaba oyendo me susurró con aire pícaro: "No busque los arcos. Están en Zaragoza... Y ahí seguirán".

Si Wert no se los ha llevado...