Las relaciones en la casa de la izquierda han dejado de ser familiares para convertirse en la casa de la troya, un patio de vecinos mal avenidos donde ya no se juega al mus ni al guiñote, sino al frío juego del poder. Una casa donde no se oyen risas, sino recriminatorias y airadas voces discordantes.

Podemos y sus confluencias han trastocado el tradicional tablero donde el PSOE reinaba con absoluta hegemonía, mientras Izquierda Unida sobrevivía con un puñado de diputados, sin apenas responsabilidad institucional. Ahora mismo, el arco político de la izquierda española está más fracturado que nunca, con tantas mareas y fuerzas nacionalistas --como Chunta Aragonesista--, que casi hay que viajar con brújula. Siendo además Podemos y sus aliados una fuerza emergente cuyo objetivo directo es la conquista del poder para, desde sus cúpulas, tratar de cambiar la sociedad a su medida.

A los socialistas, que hasta ahora, mal que bien, venían templando gaitas con Iglesias, pactando por los pelos aquí y allá, no les ha gustado nada su pacto electoral con la IU de Garzón, y de ahí al enfrentamiento abierto hay apenas un paso. El que separa a Unidos Podemos de ese sorpasso que sería la tumba política de Pedro Sánchez y el encumbramiento de una Susana Díaz preparada a liderar el partido y quién sabe si el país desde una Andalucía donde los socialistas no han conocido la derrota en cerca de 40 años.

Siendo muy recientes aún los fenómenos políticos a los que estamos asistiendo, nadie se atrevería a vaticinar si con el andar del tiempo PSOE, Podemos e Izquierda Unida, más las fuerzas nacionalistas y ecologistas, llegarán a formar alianzas o coaliciones hoy en apariencia imposibles, ni cómo quedará el mapa de la izquierda española de aquí al término de una próxima legislatura que ni siquiera sabemos cuándo empezará. Sí intuimos, que la derecha está encantada de tales divisiones y diferencias, por no tener que enfrentarse a un bloque unido.

Y eso que la casa del PP no anda últimamente mucho mejor. En uno de los muros del cómodo chalecito de Mariano Rajoy se ha construido en tiempo récord un adosado cuyo titular, Albert Rivera, pide derecho de paso y poderes representativos para nombrar al presidente de la comunidad. De momento, sólo se hablan a través del administrador. Mañana, a lo peor ni eso.