El comienzo del partido anunció el final, con esa banda de jugadores que visten la camiseta del Zaragoza mostrando una actitud despreciable, representada por la ignominia de Juárez en el 1-0. Después ocurrieron cosas, pero todas las que tuvieron que ver con el fútbol las puso el Athletic. El Zaragoza, mísero, mezquino, abyecto, entregó lo de siempre. Ni un gramo de imaginación. El que no lo vio podría explicar tranquilamente lo que quiso Aguirre, lo que hizo su equipo.

Un muerto. Eso es el Zaragoza. La culpa la tiene Agapito, por hacer una plantilla lamentable y regodearse aún en su despreciable gestión. Abajo, claro, el principal responsable es Aguirre, que no ha sabido aglutinar ni cuatro argumentos para hacer equipo. No saben jugar solos, mucho menos agrupados. Y tampoco hay piña en el vestuario, que nadie se engañe. Unos se han borrado, otros se quieren ir, a alguno más lo tienen machacado desde el club...

Hasta ayer sostenía Aguirre que con esta plantilla le bastaba para mantenerse. Ayer insinuó que estos jugadores no dan para más. "Las limitaciones de la plantilla son las que son", dijo. Vergonzoso, indigno, el mexicano no solo no piensa en dimitir sino que aseguró sentirse con fuerzas para continuar. Que alguien lo saque de aquí a toda velocidad, para que deje de enroscar mentiras. Y que se meta en la maleta al cuate Juárez, que ayer volvió a ser titular, que otra vez cometió un error gravísimo. Le regaló el balón a Susaeta con un pase en profundidad que nunca imaginaría hacerlo en la otra área. Han llegado jugadores malos a este club desde que lo dirige Agapito. Éste, sin duda, se lleva la palma.

Fue todo miserable, de principio a fin. Ni con regalitos está este Zaragoza para ganar. Cobarde, asustado, triste, sobre todo malo. Requetemalo. Con 16 partidos jugados, al mexicano se le ha acabado el crédito. Se tiene que ir ya. O que lo eche Agapito, que es el único que quiere creérselo en el club. El resto lo desean ver lejos, como es normal. A Gay se lo cargó el soriano en la jornada 11 cuando llevaba mejor promedio de puntos que el mexicano ahora. Éste, además, solo ha sumado uno de los últimos 27. Despreciable, indecoroso, deshonroso.

Nunca a un entrenador del Zaragoza se le debería permitir llevar a un equipo al borde de la muerte. Pues bien, Aguirre lo ha hecho, con la inestimable ayuda de Agapito, que no cesa en su empeño de aniquilar cualquier señal de zaragocismo. Si no se va, lo inhabilitan o lo deportan, sin duda enterrará la gloria y la historia del club deportivo más importante que jamás ha habido en Aragón. En sus manos está.