Salió de Sevilla camino del cadalso, por aquello de que no hay entrenador que aguante cuatro jornadas consecutivas sin ganar un partido, mucho menos cuando se trata de uno con alma de gigante. No hay forma de soportarlo en Zaragoza, es decir. Sobre todo si la clasificación refleja exactamente por dónde va el desalmado juego del conjunto de Milla, que ha llegado a las Fiestas del Pilar entre despistado y atónito. No es que no estuviera avisado el turolense de cómo se las gasta la ciudad con los suyos cuando las cosas no van por el rumbo exigido. Bien lo dijo desde pretemporada, cuando advirtió de que los proyectos no maduran en cuatro días. No se esperaba, sin embargo, que fuera el propio club quien dudara tan pronto de su ideario y las primeras consecuencias que ha dejado el fútbol, mucho más plano que brillante comúnmente.

Tanto es así que se dio a entender que una derrota en esta jornada décima haría saltar la cuchilla de la guillotina. Se supuso. Hasta que llegó primero el veterano José Enrique, con cientos de batallas en el fútbol, para hacer público el apoyo de la plantilla al entrenador: “En el club lo saben, él también”, precisó. Pasadas la ofrenda y sus flores, se sentó Cani para ponderar el momento y pedir calma, algo más, al club: “Tiene nuestro apoyo absoluto”, aseguró la estrella en voz y tono convincentes. “Y no lo digo porque lo tenga que decir”, remató.

En fin, que los jugadores devolvieron las aguas de octubre a su cauce y el club ha callado, a la espera de que el comportamiento del equipo varíe y todo quede en una amenaza filtrada. La decisión, con el pulgar de algunos aficionados girando hacia abajo conforme avanzaron las jornadas, pareció bien fácil días atrás. No lo es tanto cuando la plantilla se posiciona de una manera tan fuerte junto a su entrenador. Al no ser común esta postura en el futbolista corriente, se debe dar por sentado que la relación con el entrenador es buena como poco; se debe entender que el grupo cree firmemente en la idea; se debe suponer que hay futuro al otro lado del engaste. Es a eso precisamente, al éxito que da el tiempo, el trabajo y los vínculos que nacen de la asociación, a lo que Milla se refiere tantas veces. Él sí cree, aunque sus decisiones dejen tantas dudas o más que su plantilla, que los días traerán la consistencia y que de esta nacerá el fútbol.

No es fácil pues tomar decisiones en contra del técnico cuando no lo aconsejan ni el tiempo ni los futbolistas. Falta paciencia, repiten todos. Dentro y fuera, se entiende. Lo dijo Milla en su última comparecencia: «La única manera de sacar esto adelante es que la gente esté unida. Y cuando digo gente, me refiero a todos», precisó. El matiz no se puede saltar porque es el que señala también hacia dentro, pidiendo serenidad, cohesión, concordancia. Apoyo, en definitiva. Por ahí se ha hablado con la naturalidad que se echa de menos hace años.

Parece insensato descabezar un proyecto cuando aún no se ha cruzado el primer cuarto del camino. No es menos cierto que Milla y sus jugadores han dejado más dudas que certezas hasta ahora. El equipo, por encima de sus buenos resultados en La Romareda, se mueve entre vacilaciones e incertidumbres con el balón en juego. No domina los partidos ni saca provecho en los viajes de sus mejores facultades. Aún peor, se defiende tan mal sobre el campo como a sí mismo, en una extraña falta de autoestima. No es coherente, desde luego, con lo que se pensó en tiempos de estío. Principalmente por eso Juliá quiso jugadores capaces de mantenerse imperturbables al sonido de La Romareda. Como Cani, Zapater, los uruguayos, Lanzarote, Xumetra, Ángel, ahora José Enrique... Todos se han extraviado de viaje.

Llega el partido ante el Elche lleno de dudas en presente. El entrenador necesita ganar, sobre todo el equipo, que busca el camino de la verdad desconcertado, perplejo por una situación que no imaginó hace un mes y que lo ha colocado en la mitad de la tabla, mucho más cerca del descenso que del ascenso directo. No es un partido más, queda claro. Es una matinal con plebiscito. Del orden y el resultado saldrá la futura jerarquía de un equipo que cree en su entrenador aun cuando no se acomode a su gobierno. El Elche, rival peliagudo cuando se perfila para el ataque pero que se descose del mismo modo en la zaga, será el juez (12.00 horas, Movistar Partidazo). Llega con caras conocidas: Pedro, Dorca, Pelegrín, Lolo y Eldin. Los dos últimos no vienen. Los hay que aún guardan cariño. Otros no.