En la misma orilla murió el Zaragoza tras un partido donde el conjunto aragonés no estuvo a la altura, donde le pudieron más los nervios, lo mucho que se jugaba para acabar cediendo el ascenso, el que tuvo durante 84 minutos, en la recta final. Quiso más Las Palmas y acabó celebrando el retorno a Primera que le se le escapó hace un año para desconsuelo del Zaragoza, de un Zaragoza al que el gol de Araujo le dejó sin el sueño de recuperar el sitio que por historia y afición merece.

El partido se desarrolló siempre cerca del área de Bono, salvador en varios momentos y triste protagonista en la mala salida que propició el tanto de Araujo tras dejada de Ortuño para delirio de la grada del Estadio de Gran Canaria, donde los aplausos al pitar el final el partido se mezclaron con las lágrimas zaragocistas. "Las finales no se juegan, se ganan", aseguró Di Stéfano. El Zaragoza, en una final vital para su existencia futura, no supo afrontarla como la cita requería para dilapidar la renta del 3-1 de La Romareda.

El equipo aragonés encajó los dos goles cuando más había controlado la furia canaria. En la primera parte, por medio de Roque Mesa, cuando había aplacado la salida del rival. Y en la segunda, cuando Las Palmas era un cúmulo de prisas y nervios.

Ranko Popovic y Paco Herrera jugaron sus cartas de inicio para tratar de sorprender al rival. El técnico serbio lo intentó con Jaime para que Willian fuera el enganche, mientras que la respuesta canaria fue la apuesta por Asdrúbal para jugar con tres puntas junto a Viera y Araujo y con Culio ayudando en la medular. Como se esperaba, como no podía ser de otra manera, la salida de la UD Las Palmas fue en tromba, aprovechando el empuje de una grada que también quería ser protagonista.

DORCA, AL LARGUERO

Fueron 20 primeros minutos de asedio en los que las aproximaciones resultaron continuas, ya que al Zaragoza no le duraba nada el balón, aunque atrás, comandado por Mario, se mantenía firme. Araujo, el más incisivo del equipo canario, lo intentó con un disparo que dio en Mario y Bono salvó una buena falta lanzada por Viera. Sin embargo, el Zaragoza fue ajustando mecanismos y empezó a tener un poco más el balón para que el ímpetu local bajara. Es verdad que no había mucho peligro en el fútbol, con Eldin y Jaime apagados, pero la estrategia sí era la vía, como en todos los playoffs y también Willian pudo ser objeto de penalti tras irse de Simón. Dorca cabeceó un córner de Pedro y Culio lo despejó al larguero. El susto lo notó Las Palmas, que estuvo aturdida unos minutos, en los que Casto sacó otro remate de Vallejo en una falta.

Sin embargo, Ángel se anticipó a Eldin en una contra y pilló al equipo descolocado para que el taconazo de Araujo terminara en los pies de Roque Mesa y su disparo, tras dar en Rico, superara a Bono. El gol fue un mazazo para el Zaragoza, que logró al menos llegar vivo al descanso, aunque un cabezazo de Aythami y sobre todo otro de Culio tras jugada de Asdrúbal y Simón pusieron el corazón en un puño.

La segunda parte supuso la salida de Álamo pero trajo malas noticias para el Zaragoza, que empezó a sufrir de verdad, mucho más, porque el balón otra vez le quemaba. Ahí surgió la figura salvadora de Bono, ante Viera primero y ante Araujo después, que le ganó su batalla a Mario en una jugada para que el remate diera en el portero marroquí. El Zaragoza andaba desordenado y nervioso y Las Palmas generó más peligro, en dos saques de esquina, con un cabezazo de Aythami que se fue fuera por poco y en otro de David García que dio en el larguero.

Herrera buscó más fútbol con Hernán y más llegada con Ortuño, que supuso la salida de Culio, lo que fue un alivio para el Zaragoza, y Popovic apostó por juntar a Willian con Borja. El equipo mejoró algo la cara, apretaron más filas Vallejo y Mario, pero la tragedia estaba a la espera. Bono, impecable hasta entonces, falló en una salida y Ortuño dejó el balón a Araujo para que marcara a puerta vacía.

El Zaragoza ya no se levantó, pese a que los fantasmas volaron en el estadio tras lo sucedido el año pasado, pero los minutos cayeron sin piedad y el sueño se quedó en las puertas.